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jueves, 21 de octubre de 2010

Christine Lagarde: Europa y el Euro

Christine Lagarde, ministra de Finanzas, Industria y Empleo de Francia, reflexiona sobre la crisis financiera, la situación de Europa y la estabilidad del euro en este artículo para Project Syndicate

Para cualquiera que viva en la eurozona compuesta por 16 Estados miembros, el prolongado éxito del euro es un asunto técnico y emocional. La mente y el corazón están implicados. Pienso que es axiomático que el euro sea vital para Europa y, en efecto, para la economía mundial.

En primer lugar, hay que recordar que la idea de Europa comenzó como un proyecto para garantizar la paz y la democracia entre los pueblos europeos. Cuando se introdujo la nueva moneda en 1999 –y aún más cuando los ciudadanos europeos tuvieron la primera oportunidad de usarla en enero de 2002- se vivió como la prueba más tangible y contundente de que la integración europea era una realidad. Como dice el eslogan, euros en su billetera, Europa en su bolsillo. Veinte años después de elegir al Parlamento Europeo mediante sufragio universal en 1979, la introducción del euro marcó una extensión lógica del sueño europeo.


También debe recordarse, sin embargo, que cuando Eslovenia se unió a la eurozona en 2007, muchas personas señalaron que el país estaba entrando de algún modo a la “vieja Europa.” Sin embargo, Chipre, Malta y Eslovaquia desde ese entonces han seguido su ejemplo en la adopción del euro como su moneda. Desde Dublín, en las orillas del Mar Irlandés hasta Bratislava, en las estribaciones de los Montes Cárpatos, las mismas monedas y billetes son de curso legal y constantemente están empujando las fronteras de la Unión Europea. Próximamente se unirán nuevos miembros, como Estonia, que está previsto entre a la eurozona el primero de enero de 2011.

“Los padres fundadores” de Europa tenían razón al decir que “no se construiría de golpe,” y tampoco el euro. Nuestra moneda común debe ser vista sobre todo como un símbolo de inspiración –el símbolo de una Europa que es vibrante, atractiva y principalmente cohesiva.

La experiencia de los últimos meses nos ha mostrado el grado de cohesión de Europa. No debe sorprender que la historia del euro haya representado una etapa más de la permanente aventura de la economía europea, que se ha estado construyendo perpetuamente desde el Tratado de Roma.

El apoyo financiero ofrecido a Grecia; el nuevo organismo europeo de estabilidad financiera, que hemos creado para extender garantías a los Estados miembros de la eurozona que lo necesiten; y nuestros esfuerzos para lograr una regulación financiera más eficaz son de los ejemplos más recientes de la cohesión europea en la práctica.

Es cierto que las diversas crisis que afectan la eurozona han puesto de manifiesto –algunas veces duramente – la necesidad de reformar nuestras instituciones y la forma en que operan. Se ha señalado que las instituciones europeas avanzan sólo en tiempos de crisis. Tal vez lo mismo puede decirse de la moneda única, que obtendrá fortaleza y legitimidad de los desafíos superados.

En los últimos meses, cuando apenas empezaba a salir de la crisis económica y financiera más profunda en casi un siglo, la eurozona experimentó las peores sacudidas de su historia, aunque en términos de finanzas públicas, en conjunto ha tenido muchos mejores resultados que los Estados Unidos o Japón. Una vez que se conoció la dimensión de la crisis financiera griega y las dificultades que experimentaron otros Estados miembros, las economías de la eurozona se vieron al borde del desastre.

Sin embargo, la UE reaccionó con rapidez y decisión con un programa de apoyo para Grecia y un plan de garantías para toda la eurozona. En este estado de emergencia empezó a tomar forma un verdadero gobierno económico europeo, que tuvo como promotores más convincentes a la canciller alemana, Angela Merkel y al presidente francés, Nicolas Sarkozy.

Después de la reunión del Consejo Europeo de junio, Francia y Alemania hicieron hincapié conjuntamente en la posibilidad de hacer algunas reformas. Surgieron tres puntos principales relacionados con la necesidad de:
  • Fortalecer el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, en particular mediante la coordinación europea reforzada durante “el semestre europeo”;
  • Mantener nuestros esfuerzos para ampliar el alcance de la supervisión económica a los déficits gubernamentales y públicos también, así como la deuda del sector privado, si es necesario mediante la imposición de “castigos políticos”;
  • Establecer un marco de solución de crisis confiable que no interfiera en las prerrogativas presupuestales de los Estados miembros.
También se están analizando otros enfoques. Sin embargo, lo que todos tienen en común es el reconocimiento de que ha llegado el momento de estabilizar e institucionalizar un gobierno económico europeo. Ese proceso ya está muy encaminado. La Comisión Europea ha hecho propuestas y el grupo de trabajo presidido por el presidente europeo, Herman Van Rompuy, en el que yo represento a Francia, someterá su propia propuesta en el otoño.

Todos esperamos que el euro, que demostró ser un buen activo durante la crisis, sea igual de efectivo para regresar a nuestras economías a la senda del crecimiento vigoroso y sostenible. En efecto, según los datos de Eurostat (la oficina de estadística de la UE) en el segundo trimestre de 2010 la eurozona estaba creciendo más rápido que los Estados Unidos, mientras que el euro sigue siendo la segunda moneda más usada en el comercio.

El euro, como la propia UE, es una aventura emocionante que tiene que continuar –y nosotros vamos a garantizar que así sea.
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Christine Lagarde es ministra de Economía, Industria y Empleo de Francia.
Este artículo esta tomado de Project Syndicate

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