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sábado, 3 de julio de 2010

El caso de las vuvuzelas pone de manifiesto el duro momento que atraviesan los fabricantes chinos

Xinxua

El omnipresente y distintivo zumbido de las vuvuzelas es ya famoso en todo el globo, y si bien es muy popular a nivel doméstico, ha provocado no pocas quejas por parte de los jugadores que disputan el Mundial de Sudáfrica y de las audiencias televisivas internacionales, que no terminan de adaptarse a su monotonía y a su intensidad, la cual puede llegar a los 127 decibeles.

Pero si bien está muy claro que el uso de vuvuzelas es una tradición del país organizador de esta Copa Mundial, pocos saben que el 90 por ciento de las bocinas que hoy estremecen los estadios sudafricanos y los parlantes de los televisores en todo el mundo han sido hechas en China.

El fabricante de plásticos chino Wu Yijun supo por primera vez lo que era vuvuzela en el año 2001, luego de toparse con una caricatura en Internet que mostraba a un grupo de africanos tocando trompetas de bambú para espantar babuinos.

Tres años más tarde, Wu, gerente general de la Corporación de Productos Plásticos Jiying, ubicada en el distrito de Ninghai, un complejo industrial de la provincia oriental de Zhejiang, vio llegar lo que creyó era su gran oportunidad cuando Sudáfrica fue escogida por la FIFA como sede del Mundial 2010.

En agosto del año pasado, el empresario vendió 1.000 trompetas plásticas a un precio de 3 yuanes (44 centavos de dólar) cada una a un comerciante africano a través de la página web Alibaba.com, la mayor plataforma de comercio electrónico de China. "Esa fue la primera venta de vuvuzelas de plástico para la Copa Mundial", afirma Wu. Pero a renglón seguido aclara: "y también fue el único pedido con el que logré ganancias relativamente altas". Desde enero pasado, Wu vio crecer los pedidos exponencialmente, y para finales de abril ya había vendido un millón de unidades.
Actualmente, las vuvuzelas se venden "como pan caliente" en tiendas de artículos tradicionales y también a través de la Red en muchos países. Según Wu, China ha exportado unos 50 millones de piezas desde cuando comenzó la "fiebre".

No obstante, sus ganancias no han sido tan grandes. "Habría podido llegar a vender hasta 10 millones de unidades si hubiera tenido suficiente capacidad de producción", se lamenta. El relativo éxito en la venta de vuvuzelas le ha traído algo de fama a Wu, mas no lo que él buscaba, "engordar" su cuenta bancaria. Tal y como les sucede a muchos otros fabricantes de productos chinos comunes, las enormes ventas no le han significado utilidades destacables.
Los precios de exportación de las coloridas bocinas han caído a tan sólo 30 centavos de dólar por unidad, según Wu, quien asegura que "la ganancia por cada trompeta es de apenas 0,1 yuanes".
El empresario pone la situación en perspectiva: "Después de medio año de trabajar horas extras, los beneficios fueron de sólo 100.000 yuanes (14.720 dólares), y los reembolsos fiscales para los exportadores tampoco se tradujeron en ganancias".

Generalmente, los fabricantes chinos tienen un margen de ganancias de apenas un 5 por ciento, incluyendo el 11 por ciento del reembolso fiscal para la exportación de plásticos, en este caso.
"Al hacer pedidos, los comerciantes extranjeros tienen en cuenta el reembolso", señala. Las vuvuzelas se venden a 60 rands sudafricanos (unos 7,8 dólares) la unidad, 26 veces el precio de exportación, con lo que los negociantes y vendedores minoristas son los que realmente logran grandes beneficios, señala.

A las vicisitudes de Wu se agrega un fenómeno relativamente nuevo en el panorama laboral chino, la escasez de mano de obra. Cuando terminó la producción de los pedidos iniciales, en abril, los 80 obreros con los que contaba se fueron a engrosar las filas del desempleo o a trabajar en otras factorías. No obstante, el inesperado éxito de las vuvuzelas en el Mundial desató una oleada de pedidos, la que nuevamente lo tiene corriendo contra el reloj, pero esta vez con la mitad de la mano de obra. Ahora, Wu tiene unos 40 trabajadores, y está tratando de reclutar más para cubrir la creciente demanda. "Les he subido el pago de 0,08 a 0,1 yuanes por cada vuvuzela", revela.

Debido a la carencia de la mano de obra, Wu no ha tenido alternativa diferente a transferir algunos clientes potenciales a fabricantes de juguetes de la localidad meridional de Shantou, en la provincia de Guangdong, lo que ha exacerbado la competencia. En un momento en que cada vez más trabajadores chinos reclaman aumento de salarios, Wu se está viendo en dificultades para contratar nuevos empleados para un puesto que muchos ven como demasiado duro y mal pagado.

Cada uno de los obreros tiene que trabajar turnos de 12 horas en un taller donde la temperatura es tal alta que casi cuesta respirar. Dos ventiladores apenas logran dispersar el abrasador calor producido por las máquinas de inyección de plástico para hacer las cornetas, las cuales llegan con frecuencia a los 100 grados centígrados.

He Zongjun, un obrero migrante de la provincia suroccidental de Yunnan, produce alrededor de 1.000 vuvuzelas en cada turno de noche, sin embargo, no ha tenido la oportunidad de ver sus "obras de arte" en acción. "Yo no puedo ver los partidos del Mundial. Después de trabajar toda una noche, lo único que quiero hacer es dormir", explica.

Chen Shida, director de la Academia de Seguridad Laboral de Zhejiang, dice: "Las industrias de labor intensiva cada vez son menos atractivas para los trabajadores nacidos en las décadas del 80 y el 90, pues consideran que sus ganancias no se corresponden con el trabajo que ejecutan".

La escasez de mano de obra y el aumento de los costos laborales constituyen dos nuevos desafíos para los fabricantes de China, y la revaluación de la moneda nacional, el yuan (o renminbi), unida a la eliminación a la devolución de impuestos a las exportaciones, reduce cada vez más sus márgenes de ganancia. El yuan se apreció un 0,56 por ciento con respecto al dólar la semana pasada, luego de que el Banco Popular de China, el central, flexibilizara las tasas de cambio.
Economistas de la Corporación de Capital Internacional de China predijeron el pasado 21 de junio que el yuan podría revaluarse entre un 3 y un 5 por ciento frente a la moneda estadounidense de aquí a finales del año.

"Lo máximo que podré soportar será una revaluación del 2 por ciento frente al dólar", sentencia Wu. "Si (el valor del renminbi) sube un 5 por ciento no obtendré ganancias", añade. Además, su empresa enfrentará mayor presión una vez sea suspendida la devolución de impuestos del 11 por ciento a las exportaciones de plásticos en julio del próximo año. "Sin el reembolso fiscal, los exportadores tendremos que elevar los precios. De lo contrario, lo único que nos quedará será cerrar nuestras fábricas", dice. Por su parte, el economista Luo Weidong, vicerector de la Universidad de Zhejiang, manifestó: "Mientras el mundo goza de los económicos productos hechos por China, el país paga un precio enorme.
"Los resultados son salarios miserables, degradación del medio ambiente, insatisfacción de los obreros y la falta de un cuidado adecuado para las decenas de millones de niños dejados en el campo por sus padres cuando éstos emigran a las grandes ciudades en busca de mejores empleos".
Pero si bien en principio están causándoles dolores de cabeza, la revaluación de la moneda y la abolición de la devolución de impuestos a las exportaciones tienen como objetivo final ayudar a los fabricantes nacionales de productos de corrientes a ascender en la cadena de valor. No obstante, esto podría provocar el cierre de muchas fábricas y el despido masivo de trabajadores migrantes, advierte Chen Yixin, director de la Oficina de Investigación Política del Comité Provincial del Partido Comunista de China en Zhejiang.

En las últimas semanas, los empleados de algunos proveedores de componentes para los fabricantes japoneses de vehículos Honda y Toyota en China se han declarado en huelga exigiendo incrementos salariales que a la postre les han sido otorgados, lo que ha inspirado a los trabajadores de otras industrias a aspirar a mejores condiciones laborales y a recurrir a las vías de hecho para conseguirlas si lo consideran necesario. Esto ha aumentado la presión para los manufactureros chinos, cuya situación de por sí ya es difícil, señala Luo.
"El fin de la mano de obra barata en China significará un largo y duro período para los fabricantes nacionales, puesto que la actualización de la estructura industrial no es fácil de lograr", concluye el experto.

Tomado de Rebelión

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