Vamos a hablar primero sobre los tipos de interés... En varias ocasiones nos dijeron que sería mejor que Estados Unidos recortara su déficit de inmediato o de lo contrario... Y cada vez las tasas se han deslizado hacia abajo. En marzo hubo mucho ruido sobre las tasas de interés en EE.UU. y los bonos a 10 años, que pasaron de 3,6 por ciento a casi el 4 por ciento. "Los temores de la deuda envian las tasas hacia arriba" fue el titular en The Wall Street Journal, aunque no había ninguna prueba de que los temores de la deuda fueran los responsables.
Desde entonces las tasas han retrocedió. El jueves, la tasa a 10-años se situó por debajo del 3,3 por ciento. Me gustaría poder decir que este descenso refleja una oleada de optimismo acerca de las finanzas federales de EE.UU. Pero lo que reflejan en realidad, es una oleada de pesimismo sobre las perspectivas de recuperación económica. Un pesimismo que hace huir a los inversores de cualquier cosa que parezca arriesgada. Por lo tanto, la caída de la bolsa de valores, es la percepción de la seguridad que tiene la deuda del gobierno de los EE.UU.
¿Qué hay detrás de este nuevo pesimismo? En parte refleja los problemas en Europa, que tiene menos que ver con la deuda pública de esos países... (). Son más bien señales de alerta para el país: el más reciente informe sobre los precios de consumo, mostró una caída de la inflación por debajo del 1 por ciento, su nivel más bajo en 44 años.
Esta es una muy mala noticia. La deflación tiende a perpetuar el estancamiento económico, porque anima a la gente a acaparar efectivo en lugar de gastar, lo que mantiene la economía deprimida, y conduce a una mayor deflación. Este círculo vicioso no es hipotético: basta preguntarle a los japoneses, que cayeron en la trampa deflacionaria en los años 90 y a pesar de episodios ocasionales de crecimiento, aún no pueden salir. Eso puede suceder en Estados Unidos.
Así que lo que realmente deberíamos preguntarnos en estos momentos no es si estamos a punto de convertirnos en Grecia, sino que estamos haciendo para no convertirnos en Japón. Y la respuesta es: nada.
Tengo la firme sospecha de que algunos funcionarios de la Fed ven los paralelismos con Japón con toda claridad, y deserían hacer más para apoyar la economía. Pero en la práctica es todo lo que pueden hacer para contener los impulsos de apriete de sus colegas, quienes (como los bancos centrales de la década de 1930) siguen teniendo pavor de la inflación a pesar de la ausencia de cualquier evidencia de aumento de los precios. También sospecho que a los economistas de la administración Obama les gustaría mucho ver otro plan de estímulo. Pero ellos saben que tal plan no tendría ninguna posibilidad de ser aprobado por un Congreso que se ha asustado demasido por el pánico del déficit.
En resumen, el miedo a amenazas imaginarias ha impedido una respuesta eficaz al peligro real que enfrenta nuestra economía. ¿Puede suceder lo peor? No necesariamente. Tal vez las medidas económicas ya adoptadas terminarán haciendo el truco de permitir una recuperación autosostenida. Ciertamente, eso es lo que todos estamos esperando. Pero la esperanza no es un plan.
Enlace al articulo de Krugman en The New York Times
Otros links sobre este tema:
- 11 de noviembre de 2008: ¿Quien ganó con el control de la Inflación?
- 31 de marzo de 2009: La década perdida para Estados Unidos
- 7 de abril de 2009: ¿Riesgos de inflación? No, por el contrario
- 29 de mayo 2009: Inflación cero en Europa: ¿qué es ésto?
- 18 de julio de 2009: Banco Mundial advierte espiral deflacionaria
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sábado, 22 de mayo de 2010
Paul Krugman sobre Estados Unidos: ¿una década perdida en ciernes?
En su última columna en The New York Times, Paul Krugman asegura que si bien los Estados Unidos no son Grecia, sus problemas se parecen mucho más a los de Japón. Como he señalado en artículos como La caída de un avión en llamas, el estallido de la burbuja inmobiliaria en 1990, ha significado para Japón dos décadas perdidas. Es el futuro más probable que espera a la economía estadounidense, con una prolongada era de alto desempleo y bajo crecimiento. Y en este escenario no hay muchas alternativas. Dice Krugman:
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