Una síntesis impecable de la visión clásica sobre la teoría económica la constituye el aporte del economista francés Jean Baptiste Say, quien en 1804, en su Tratado de economía política postula que “los productos se intercambian por productos”. Jean Baptiste Say detecta que la economía requiere para su movimiento de un flujo de entrada que es esencial, y que refleja en la frase “la oferta crea su propia demanda”. Es decir, antes de entrar a demandar bienes hay que producir otros bienes para intercambiarlos por los bienes deseados. Y esto es completamente válido hasta hoy.
Los objetivos de la economía clásica eran claros: permitir que el laissez-faire y el libre mercado funcionaran sin obstáculos. Como expresaba el mismo Say “cualquier acumulación o déficit de stock puede ser producto de las guerras o malas cosechas, y eso llevará al mercado a ajustarse rápidamente vía precios”. Pero la gran depresión, iniciada en 1929, demostró que los mercados no tienen la facilidad de autorregularse dado que estos supuestos funcionaban en las economías preindustrializadas donde se intercambiaba tela por maíz, y la complejidad de la sociedad industrial requería de una herramienta adicional para lograr el equilibrio macroeconómico.
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John Maynard Keynes dio cuenta de esta falla en 1919 en Las consecuencias económicas de la paz, al ver lo que ocurre con Alemania y su dificultad para pagar los daños de la Guerra. Observador acucioso del mundo en que vive, Keynes detecta que tal castigo puede llevar a Alemania a tomar venganza, junto a advertir que el proceso industrial puede llevar a situaciones de paro prolongadas que van a requerir acciones del Estado para evitar el colapso económico y financiero. Diez años antes de la Gran Depresión, Keynes tiene la respuesta para enfrentar una situación de estancamiento económico. Sin embargo, no será escuchado hasta 1933 gracias al apoyo de John Kenneth Galbraith, que lo va a buscar a Cambridge.
Hay que decir que las crisis financieras no son un fenómeno natural sino que más bien representan la acumulación de colosales errores humanos. De partida, la pugna ideológica que siempre manifestó Friedman contra Keynes lo llevó a desarrollar modelos con el solo afán de desacreditar las propuestas keynesianas. Por cierto que no habría nada de malo en ello, a no ser por la mala fé y deshonestidad de Milton Friedman. En 1960, Friedman saca su teoría del ingreso permanente, que implica traer al presente todos los flujos monetarios de la vida laboral y entonces los bancos no tienen problema para prestar a 20 o 30 años plazo. En teoría, la cosa funciona perfectamente, y si se tomara como una reformulación de la Ley de Say no hallaría inconvenientes. Siempre y cuando la predicción perfecta fuera determinística y todo saliera tal cual fue programado.
Pero en el mundo las cosas no funcionan así y Friedman conocía el principio de incertidumbre de Heisenberg y las primeras matemáticas del caos. También sabía de los espíritus animales que podían hacernos ver negro lo que antes era blanco, por tanto debió reforzar su modelo con algunos anclajes regulatorios que su fe ciega en la autorregulación total no le permitían… Pero dejó todo al libre arbitrio sin sospechar que, por ejemplo, se le darían préstamos a personas que no formaban parte de ninguna estructura de ingreso permanente (como los Ninja), y esto es lo que hace que esta crisis sea completamente distinta a la de los años 30.
Por eso también la receta está resultando un fracaso. La solución de Friedman para las crisis de “tirar la plata en helicóptero” no logra reanimar al paciente en coma. Se han inyectado dos billones de dólares al sistema y éste no reacciona porque los flujos monetarios no son expeditos como enseña la teoría del chorreo: se congelan y están provocando la trampa de liquidez que Friedman siempre negó que ocurriera. Pero es justamente esa (según Friedman) inexistente trampa de liquidez, la que tiene empantanado al sistema y sin modos de reanimarlo. Por eso es que Paulson y Bernanke pueden seguir tirando la plata sin producir resultados reales, un hecho que demuestra cuánto de realismo perdió la teoría económica por convertirse en una pasión fundamentalista en manos de las doctrinas monetaristas. Un tema que hará repensar la economía.
Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
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jueves, 4 de febrero de 2010
Los cómo y los por qué del colapso financiero
Este artículo fue publicado en El Blog Salmón, en noviembre de 2008, es decir, hace 15 meses. Pero creo que tiene bastante vigencia:
La economía es política. El vacío de política implícito en la dinámica partidocrática que asola España y casi toda Europa permite al poder financiero internacional establecer de facto, vía monetarismo, las condiciones adecuadas a sus intereses a costa de la economía real. La disponibilidad virtualmente ilimitada de dinero emitido por el BCE como prestador último, respaldada en el mejor de los casos por activos de valoración arbitraria cuando no por derivados financieros de nombres sofisticados pero sin valor alguno, induce la formación de burbujas crediticias para el gran beneficio de los especuladores que manejan los mercados desde dentro, a costa del ciudadano europeo, que termina siempre pagando la fiesta cuando llega la crisis. Como solución a la última, los gobiernos de todo el mundo han lanzado planes de rescate para el sector bancario y de estímulo para la actividad económica, de tal magnitud (el agujero parece no tener fondo) que han desequilibrado de manera alarmante las cuentas públicas de los países con estructuras más frágiles o los más expuestos al sobreendeudamiento, entre los que nos encontramos. Portugal, Irlanda, Grecia y España, a los que se ha llamado “cerdos” (por sus iniciales en inglés: P.I.G.S.) amenazan con un desplome total, la bancarrota, que arrastraría con ellos en una reacción en cadena a sus acreedores. La oligarquía europea no está dispuesta a permitirlo así que va a obligarnos a tomar las medidas de austeridad de la magnitud que haga falta con tal de que paguemos la deuda. Pero estas medidas para el rescate de los prestamistas van a terminar por dar la puntilla a las ya maltrechas economías reales de los citados países; pero los países no sufren, los que sufrimos somos las personas que en ellos vivimos. El plan de austeridad que el Gobierno español acaba de presentar ante sus jefes en Bruselas, el pensionazo, y la inminente reforma del mercado laboral significan el finiquito del Estado del bienestar y el comienzo del auge de la dictadura burocrática europea.
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