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lunes, 30 de noviembre de 2009

La locura adrenalínica de las burbujas financieras


Muchas empresas en todo el mundo se encuentran en problemas a raíz de la crisis inmobiliaria, que ha derivado en crisis financiera provocando una enorme contracción del crédito y la liquidez. Pese a las millonarias inyecciones de recursos frescos impartidas por los bancos centrales, la locura adrenalínica de las burbujas financieras ha secado los mercados crediticios. La colosal magnitud de las deudas es un verdadero agujero negro que se lo traga todo. El tema no es nuevo. A lo largo de la historia, cada burbuja inmobiliaria ha derivado en burbuja financiera: adrenalina pura.

Cuando en el fulgor de los años 90 los mercados asiáticos desplazaban a Japón y tomaban el control del mercado mundial, Malasia concibió a las Torres Petronas de Kuala Lumpur (en la fotografía). Con sus 82 pisos y sus 452 metros de altura, las Petronas daban cuenta de los nuevos aires asiáticos y su dominio en el comercio internacional. Desde principios de la década, los mercados asiáticos vivían un boom que al parecer nada podría detener... Hasta que el 2 de julio de 1997, la caída del baht tailandés y, como efecto dominó, de todas las monedas asiáticas, el proyecto se vio en peligro. Pese a ello, la Petronas fueron inauguradas en 1998 y sirvieron como telón de fondo a una serie de películas hollywoodenses. Porque había que mostrarlas. Más que meros rascacielos, eran el símbolo del poder mundial que adquiría Malasia, tras seguir raudamente los pasos de sus vecinos Taiwan, Corea y Singapur.

En el corazón de las burbujas inmobiliarias no sólo hay burbuja sistémica sino también adrenalínica. Por ello derivan en caos y colapsos financieros. Quizá el elemento más típico de esta locura, sea el anhelo de emular a Jacob y pretender alcanzar el cielo. A veces este anhelo se convierte en un símbolo que usualmente va asociado al poder. A modo de ejemplo, durante los locos años veinte uno de los proyectos más emblemáticos fue el Empire State Building, que comenzó a construirse en 1929 y fue inaugurado en 1931, en plena Gran Depresíon. Como a las Petronas, el estallido de la crisis lo encontró en plena obra gruesa. Su lucha contra la adversidad fue ejemplificada en películas como Godzilla, King Kong o Superman.

Como no podía ser de otra manera, esta vez le ha tocado el turno a Dubai, con una burbuja inmobiliaria que ha dejado al emirato con un fuerte nivel de deuda. Esto demuestra que en lo que menos se piensa en los momentos de euforia, es que el ciclo eternamente ascendente puede acabarse y generar esa caída en picado que, con montaña rusa y todo, siempre será descendente. Una vez más, los rascacielos han estado en el eje de la burbuja. Y esta vez, si se trataba de alcanzar el cielo, los emiratos no querían quedarse cortos, tenían que asegurarse que su cercanía al cielo sería perfecta. Mil metros era altura del rascacielo Burj Dubai, cuyos últimos pisos quedaban sobre las capas de baja nubosidad, como para demostrar su distancia con los vicios terrenales.

La enorme cantidad de rascacielos que se levantaron en Dubai en los últimos años, nos dan cuenta de la magnitud de la euforia que vivió el emirato. Es evidente que los inversores confiaban en que Dubai seguiría siendo solvente. De ahí las ganas de convertirlo en centro financiero internacional al estilo de Wall Street o la City de Londres. Pero este sueño llegó a su fin. Una de las condiciones de Abu Dhabi, el Estado hermano que puede sacar de apuros a Dubai, es que Abu Dhabi tenga la prioridad para ser centro financiero de la región. Toda inversión tiene su costo. Y a veces, entre hermanos, ese costo está lacrado con sangre.

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