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jueves, 10 de septiembre de 2009

A un año de la quiebra de Lehman Brothers


El domingo 14 de septiembre del año pasado el supuestamente seguro y próspero mundo del capitalismo post-industrial vivió un fin de semana de pesadilla. La quiebra de Lehman Brothers desató un terremoto financiero. El cuarto mayor banco de Estados Unidos, con 151 años de historia, y que sobrevivió a la Guerra civil, a la Gran Depresión y a las dos guerras mundiales, resultó herido de muerte exponiendo a tajo abierto los mayores vicios y desórdenes de un sistema financiero laxo y desregulado.

La quiebra de Lehman desató una reacción en cadena que provocó la pulverización del sistema financiero mundial. A un año de los hechos, que han sido objeto de acalorados debates, el sistema sigue en estado de coma y hasta Alan Greenspan y Warren Buffet advierten que el incendio desatado por este colapso sigue plenamente vivo. La economía mundial no se recupera y el mundo aún vive las duras consecuencias.

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Aunque Lehman intentó ser rescatado por el Barclays de Londres y el BNP Paribas de París, estos acuerdos no alcanzaron a materializarse producto de la gigantesca descoordinación entre la Fed y el Tesoro de Estados Unidos, que hasta esos momentos negaban, como la gran mayoría de comentaristas que pululan en la red, la existencia de una auténtica crisis terminal. Testimonios posteriores señalan que Alistar Darling (del Reino Unido) dijo a Henry Paulson (del Tesoro), que “no estaba dispuesto a asumir los riesgos de este cáncer terminal” para Gran Bretaña, más aún en un día domingo, en que no podía consultar a los accionistas. Sin embargo, fue también un día domingo cuando Richard Nixon, en forma unilateral, declaró el 15 de agosto de 1971, la inconvertibilidad del dólar en oro, demoliendo los acuerdos de Breton Woods.

Las ondas de choque de la quiebra de Lehman no hicieron más que profundizar las fracturas de un sistema tan frágil como generador de suntuosas utilidades para sus ejecutivos y accionistas. El hecho aumentó los temores de toda la banca en cualquier lugar del mundo. A un año de aquello no es mucho lo que se ha aprendido y estos auténticos juegos de guerra financiera han tenido su principal víctima en los 60 millones de nuevos desempleados, y los 200 millones, que según la FAO, han incrementado la lista de hambrientos.

La caída al precipicio de Lehman enfrentó a Washington al tema del riesgo moral, poniendo en el tapete el tema de “demasiado grande para caer”. A partir de ahí vinieron los gigantescos aportes, a costa de los contribuyentes, para reactivar el sistema. Esto deja en claro que la quiebra de Lehman era plenamente evitable si hubiera existido una coordinación eficiente entre la Fed, el Tesoro, y el Reino Unido. Prueba de esto es la inyección a posteriori de 180 mil millones de dólares a la aseguradora AIG para evitar su colapso.

Paulson y Bernanke subestimaron las fuerzas destructivas que implicaría la caída de Lehman, cuyos escombros aún congelan todo el mecanismo de crédito de la banca mundial y tienen a la economía en un peligroso estancamiento, dada la aversión al riesgo provocada en todos los agentes. Un año después de la quiebra de Lehman Brothers el mundo entero sigue en la garras de la mayor recesión globalizada desde la Gran Depresión. Hay que dejar constancia, en todo caso, que todo podría ser mucho peor si no se toman las medidas tan radicales que han significado una elevación sin precedentes de la deuda pública, algo que algunos ignoran por completo, y que tarde o temprano habrá que pagar. Esto indica que lo peor está aún por venir.

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