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jueves, 17 de septiembre de 2009

Declaración de la CLACSO sobre la crisis

Los integrantes del Grupo de Trabajo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO, sobre “Economía mundial, corporaciones transnacionales y economías nacionales” reunidos en la Ciudad de Buenos Aires durante los días 2 y 3 de septiembre del año en curso con el propósito de analizar la Crisis capitalista mundial, las propuestas de superación y sus impactos en América Latina, luego de un intenso y fructífero intercambio de opiniones, manifiestan:

1.- El comportamiento de los principales indicadores económicos y sociales permite afirmar que la economía capitalista mundial se encuentra lejos de retomar la senda del crecimiento, tal y como se ha venido afirmando en informaciones provenientes de centros de poder del capitalismo transnacional, divulgadas profusamente en los medios masivos de comunicación, y con las que se busca minimizar los alcances de la crisis y la severidad de sus impactos a escala planetaria. Aunque se está en presencia de un hecho que se encuentra en pleno proceso de despliegue y cuyo desenvolvimiento específico puede presentar variados recorridos, hasta el momento no hay nada que indique que la crisis tocó fondo y menos que haya llegado a su fin. Si ese fuera el caso, la mayoría de las estimaciones indican que se asistirá a un largo período depresivo, o a una muy lenta recuperación que en el mejor de los casos permitirá alcanzar, en algunos años más, los niveles de producción anteriores a la crisis y sólo al promediar la siguiente década, los niveles de empleo. En materia social, la situación es dramática y demuestra que los principales afectados son los trabajadores y sectores sociales empobrecidos, pues se sostiene la tendencia al aumento del desempleo, al deterioro del ingreso y, en general, a la precarización del trabajo y una pauperización creciente que deteriora la calidad de vida de millones de personas de menores ingresos.


2.- La crisis reafirma los fundamentos de una reproducción del capitalismo a nivel mundial, basada en la explotación del trabajo, y muestra –en forma descarnada y violenta– sus límites para ofrecer respuesta a las demandas económicas, políticas, sociales, ambientales y culturales del ser humano; así mismo, desvela su gigantesca capacidad destructora de riqueza material e inmaterial. Dados su carácter y sus alcances geográficos y sectoriales, la actual crisis pone en evidencia que no se trata de una simple disfuncionalidad
transitoria –sectorial o geográfica – de los mecanismos de reproducción del sistema. La crisis controvierte en forma certera la posibilidad de una prosperidad capitalista indefinida, desmiente la afirmación del desprestigiado Fondo Monetario Internacional cuando en 2007 señalaba lapidariamente: “El robusto crecimiento mundial perdurará”, y liquida el dogma sobre el fin de la historia que se había pretendido imponer durante las últimas dos décadas.

3.- Aunque el epicentro de la crisis ha sido Estados Unidos, sus efectos se extendieron muy rápidamente a escala mundial y han impactado en la totalidad de las economías. Al articularse la crisis con las diversas trayectorias regionales, nacionales y locales de la acumulación capitalista, sus configuraciones específicas son múltiples y variadas. Estamos en presencia de una crisis del capitalismo globalizado ¿con desarrollos desiguales y diferenciados, de distinta intensidad sectorial, geográfica y social. En el caso de América Latina, son igualmente indiscutibles sus efectos. Más allá de matices, no hay país de la región que haya escapado a ellos. Los procesos de neoliberalización impulsados durante las últimas décadas acentuaron la dependencia y forzaron una reestructuración económica regresiva, provocando una creciente vulnerabilidad frente al comportamiento de la economía capitalista mundial. En aquellos países, en los que el proyecto neoliberal logró implantarse con mayor intensidad, apuntalándose además con un correspondiente marco jurídico-institucional de tipo neoliberal (TLC con EEUU), los efectos de la crisis se han sentido antes y con mayor severidad, sobretodo, en el empleo. Tal es el caso de México, Chile y Colombia.

4.- La alta dependencia de un número importante de economías de la región de la producción y exportación de productos energéticos, materias primas, productos agrícolas ha generado efectos contradictorios. Hacia fines del 2008, epicentro de la crisis mundial, la caída abrupta de los precios de la mayoría de esos productos, parecía que impondría una caída drástica de la actividad económica externa, un deterioro de las balanzas en cuenta corriente y de pagos, así como un mayor endeudamiento. Al revertirse relativamente esa tendencia, la severidad de los impactos de la crisis se pudo atenuar (no evitar), al considerarse el comportamiento de algunos indicadores macroeconómicos. Pese a ello, las finanzas públicas muestran una tendencia el franco deterioro, la deuda pública y privada continúa incrementándose aceleradamente y, en general, la actividad económica se encuentra deprimida. Desde el punto de vista social la crisis ha acentuado las desigualdades e incrementado la pobreza e indigencia en la región. La desocupación continúa al alza, y la precarización del trabajo se acentúa. La perspectiva de la economía latinoamericana se encuentra en buena medida en función de lo que ocurra con la producción y la demanda a nivel mundial. Por lo pronto, no parece apreciarse, como ya se dijo, una etapa de recuperación sostenida de la economía mundial y regional.

5.- Dada la importancia que en la nueva geografía de la acumulación capitalista a nivel mundial han adquirido los recursos naturales y considerando que América Latina es una región muy rica en ellos, la crisis ha puesto la importancia de la lucha por tales recursos, así como la necesidad de la defensa soberana por ellos. La lucha por los recursos se inscribe dentro de las aspiraciones históricas de los trabajadores y se une a las demandas de comunidades y pueblos ancestrales, indígenas y afro descendientes, en defensa de sus territorios y por una reorientación sustancial de la organización económica de la sociedad. Mientras que en algunos países la mayor parte de las rentas que generan tales recursos son transferidas a las corporaciones transnacionales, en otros se han iniciado procesos de apropiación y de manejo soberano, que abren nuevas posibilidades para pensar estrategias alternativas de desarrollo e integración en la región.

6.- La intensidad de la crisis así como las tendencias de salida de ella guardan una estrecha relación con la situación y la dinámica de la lucha social y de clases. Toda crisis abre un amplio espectro de posibilidades a los diferentes proyectos políticos que se juegan en la sociedad. Si la salida de la crisis representa una reafirmación y prolongación de los proyectos político- económicos capitalistas, o ella despliega opciones de proyectos no capitalistas, democráticos y populares, o incluso socialistas, ello depende esencialmente de la acción colectiva organizada de los trabajadores y los pueblos, como de sus fuerzas sociales, culturales y políticas. La experiencia reciente de América Latina, anterior a la crisis capitalista, indica que la lucha social y popular, puede producir cambios políticos y económicos significativos a favor de las clases subalternas, como lo muestran las experiencias de Venezuela, Ecuador y Bolivia, que se unen a aquella de la revolución cubana, con una trayectoria de cincuenta años de heroica lucha y resistencia.

7.- En un inicio la crisis parecía traer consigo un cambio en la tendencia de la política económica neoliberal predominante, al punto que se llegó a hablar de transformaciones estructurales en el orden internacional y del fin de la hegemonía estadounidense. En la medida en que no se observa hasta el momento una importante movilización social y popular que pueda poner en cuestión la estabilidad política del sistema capitalista, las salidas que parecen imponerse se inscriben dentro de una línea de continuidad que, con medidas cosméticas y de ingeniería financiera, con una fortísima intervención estatal busca estabilizar transitoriamente las condiciones de la acumulación capitalista y proveer la confianza del gran capital transnacional. En ese sentido deben comprenderse las operaciones de salvamento del sector financiero y de algunas trasnacionales de la producción de los países del capitalismo central llevadas a cabo con cargo a recursos del presupuesto público, recurriendo al aumento explosivo del endeudamiento público, y la continuada exacción de recursos provenientes de los países de la periferia capitalista. A ello se suma, la decisión política de financiar la estabilización relativa del dólar, así como la resurrección del Fondo Monetario Internacional decretada por el G-20. Todo ello, junto con diferentes medidas en los ámbitos nacionales, ha dado un respiro coyuntural a los problemas de la reproducción capitalista, pero en momento alguno significa que el sistema haya logrado consolidar una salida de la crisis y mucho menos unas condiciones estables y duraderas para un nuevo ciclo de acumulación y expansión a escala planetaria. La crisis ha producido por lo pronto una profunda reorganización del capital, acentuado los procesos de concentración y centralización del capital, expropiado los patrimonios de millones de trabajadores en el mundo y precarizado aún más el trabajo. Las políticas hasta ahora implementadas apenas alcanzan a suavizar y a diferir impactos más severos de la crisis.

8.- Independientemente de la insuficiente respuesta de las clases subalternas, la crisis capitalista despliega objetivamente nuevas condiciones para la producción de subjetividades y contribuye a la (re)constitución de sujetos políticos para el cambio, lo cual se torna crucial para pensar e impulsar alternativas. En la medida en que la crisis interpela al capitalismo y hace evidentes sus límites, se despliegan nuevas las posibilidades de instalar propuestas político-económicas. En ese sentido, todas aquellas iniciativas tendientes a una democratización del orden económico mundial poseen el mayor significado y deben ser acompañadas. Se trata, por ejemplo, de propuestas que buscan contraponerse a la hegemonía del dólar, o propugnan por una regulación de los flujos de capital que le imponga límites a la especulación financiera y a la extracción de recursos de las economías de la periferia capitalista por parte del gran capital transnacional, y que estimulan la participación de la comunidad internacional, por ejemplo a través del G-192. Y, en general, en múltiples iniciativas surgidas en eventos académicos o encuentros de diversos sectores sociales y populares en procura de la construcción de proyectos alternativos de sociedad.

9.- En el caso de América Latina, las salidas de la crisis se encuentran fuertemente ligadas a los proyectos político-económicos de gobierno, en juego durante la última década en los diferentes países de la región. En primer lugar, se encuentran las pretensiones de las clases dominantes y la derecha latinoamericana de utilizar la crisis para imponer un nuevo ciclo de reformas neoliberales, que permita profundizar la transnacionalización y la desnacionalización de las economías, imponer un régimen de incentivos extremos al gran capital, y proseguir con el proceso de redistribución regresiva del ingresos, en detrimento de los fondos de consumo de los trabajadores. Estas pretensiones, se asocian a la estrategia geopolítica de Estados Unidos para América Latina, orientada a recuperar las posiciones perdidas durante la última década, recurriendo incluso a la mayor militarización de la región, tal y como lo demuestra el acuerdo para el uso de siete bases militares de Colombia por parte de la fuerzas militares de Estados Unidos. Ese es el razonamiento que explica el golpe militar en Honduras que condenamos enérgicamente. En segundo lugar, se encuentran los proyectos políticos de los gobiernos que sin pretender producir en lo sustancial una ruptura explícita con las políticas neoliberales, imponen cambios de acento y nuevos énfasis tanto en materia social como en políticas de producción. Se trata de los proyectos posneoliberales que se inscriben dentro de una línea neodesarrollista, confían en las posibilidades del capitalismo productivo y nacional, con altos incentivos a la inversión extranjera, y sin compromisos a fondo con políticas redistributivas. En tercer lugar, se encuentran los proyectos político económicos de los gobiernos basados en una importante movilización social y popular, con una voluntad expresa de cambio, a favor de una ruptura con las políticas hasta ahora imperantes, en defensa de un proyecto de soberanía, autodeterminación, y de nuevo entendimiento de la economía y de la integración de las región y los pueblos. En algunos de estos países, se ha anunciado el emprendimiento de transformaciones hacia el socialismo, y se han adelantado importantes medidas en ese sentido. El destino de América Latina dependerá de cómo el devenir de la lucha social y de clases en la región encauza las economías y sociedades latinoamericanas en una u otra dirección. Para los sectores progresistas es del mayor significado que se puedan consolidar los proyectos más comprometidos con las transformaciones y el cambio a favor de las mayorías populares.

10.- La crisis capitalista reafirma la importancia para América Latina de emprender transformaciones estructurales que reviertan décadas de política neoliberal y encaucen la región hacia el mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo de su población, que contribuyan a imponer una organización de la economía para atender las necesidades sociales, económicas, políticas, culturales y socioambientales de la población trabajadora, en armonía con el ser humano y la naturaleza, que impulse procesos de integración tendientes a superar enfoques meramente comerciales e incorporen presupuestos de solidaridad, cooperación, complementariedad e internacionalismo, y contribuyan a reforzar las condiciones de soberanía y autodeterminación de la región, así como por la legítima búsqueda de un nuevo orden económico internacional, democrático e incluyente, y le permitan a América Latina desplegar una mayor capacidad de incidencia en los diseños de política internacional. En ese sentido, los 200 años de lucha por la emancipación social y la independencia adquieren nuevo contenido ante la experiencia de cambio político que recorre la región para enfrentar la crisis capitalista revirtiendo la ecuación histórica de beneficiarios y perjudicados asegurando soberanía alimentaria, energética y pleno ejercicio de la voluntad popular.

FIrmas: Alicia Girón (Brasil), Antonio Elías (Uruguay), Carlos Eduardo Martins (Brasil), Claudio Katz (Argentina), Claudio Lara (Chile), Consuelo Silva (Chile), Daniel Munevar (Colombia), Federico Manchón (México), Gabriel Ríos (Chile), Gastón Varesi (Argentina), Graciela Galarce (Chile), Jaime Estay (México), Jairo Estrada (Colombia), Jorge Marchini (Argentina), Julio C. Gambina (Argentina), Luis Rojas Villagra (Paraguay), Marcelo Carcanholo (Brasil), Marisa Silva Amaral (Brasil), Orlando Caputo (Chile), René Arenas Rosales (México), Sergio Papi (Argentina), Servando Álvarez (Venezuela), Theotonio dos Santos (Brasil).

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