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sábado, 9 de agosto de 2008

A un año del estallido

Fue hace justo un año cuando la Fed (el banco central de Estados Unidos) se vio obligada a inyectar -en forma sorpresiva- miles de millones de dólares al sistema financiero para evitar que varios bancos se fueran a pique. A las 8.30 de la mañana de aquel fatídico jueves 9 de agosto el sistema financiero mundial comenzó a resquebrajarse. Desde entonces, el término subprime (hipotecas de alto riesgo) se ha popularizado asociado a una toxina de rápida propagación en las esferas capitalistas cuyo resultado ha sido una pérdida neta de más de 1,3 millones de millones de dólares.

La crisis se ha extendido desplomando a bancos europeos y estadounidenses demostrando que “la magia del mercado”, propugnada por Ronald Reagan, se ha desvanecido, y que la concepción fundamentalista del neoliberalismo de que “los mercados se autocorrigen a sí mismos” sólo tiene sustento ideológico pero ningún sustento real. El estallido ha puesto en jaque al modelo económico más allá de la fe en la mano invisible: no genera confianza y eso provoca un comportamiento sicológico de temor y precariedad. Más aún cuando una de sus consecuencias directas ha sido la pérdida de millones de empleos.

Hoy los optimistas hablan de que la crisis se prolongará hasta el 2010, sin precisar consecuencias. Lo cierto es que el modelo implantado a fines de los 70 gracias a los premios nobel de Hayek (1975) y Friedman (1976) le dieron al monetarismo la validación de un arsenal teórico que estableció al capital financiero como el eje de la economía mundial y la globalización. Si hasta los años 70 el capital financiero equivalía al 30% del PIB mundial (la producción de bienes y servicios de todo el planeta), hoy el capital financiero es 20 veces mayor a todo el PIB del mundo.

Esta es la razón de que en los últimos 30 años las crisis económicas sean cada vez más recurrentes, continuas, persistentes y profundas. Pero mientras la gran crisis asiática de 1997 y su secuela por Rusia, Brasil, México y Argentina, fue de “países emergentes”, ahora el golpe se ha asestado en el eje del sistema atacando y pulverizando a la divisa internacional.

Transcurrido un año de su inicio, aún no se ve la luz al final del túnel y el escenario se torna más complejo con el drama alimentario y energético. La ingeniería financiera y su entramado de derivados y préstamos más allá de lo razonable, tiene al mundo viviendo su noche más negra.

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