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miércoles, 30 de julio de 2008

Doha It's Dead?

La mayoría de los economistas comentan hoy el fracaso de la Cumbre de Doha, un verdadero escándalo que deja al descubierto a la Organización Mundial de Comercio (WTO) en su leit-motiv de ser los tentáculos de los países industrializados. Como dijo el ministro de relaciones exteriores de Argentina, Jorge Taiana: "lo ocurrido en Doha es un fracaso total y muestra el intento permanente de los países industrializados de dar poco y pedir mucho". Nada que ver a como piensa nuestro neoliberal Alejandro Foxley, que le abre las puertas a todo tratado de libre comercio que le pongan por delante, sin calcular los costos de éstos en el tiempo. Y así es como se cierran empresas en Chile (Cordillera, Oveja Tomé, Lota, etc. ), lo que aumenta el desempleo y lo tiene por sobre el 8%, que sumado al 9,5% de inflación nos da un índice de la miseria de 17,5%. Excesivo.

Dead Doha, titula Paul Krugman su blog de The New York Times y Dani Rodrick, escribe Don't cry for Doha. Ambos manifiestan su pesimismo frente al actual nivel de las conversaciones donde el diálogo ha colapsado y el terror del mercado se ha hecho presente. Gustavo Capdevilla, por su parte, habla del estrepitoso fracaso de la cumbre de Doha.

Esta cumbre fracasó por el egoísmo y el cálculo cortoplacista intrínseco en el modelo económico. Un egoísmo que se prolonga incluso en los Acuerdos Bilaterales (que tanto gustan a Foxley) pues marginan al resto, cuando lo que hay que privilegiar son los grandes acuerdos mundiales. Lo que sobra es intransigencia, y lo que falta es la capacidad de pensar el planeta como un todo. De ahí que los tratados bilaterales hagan más daño que bien al funcionamiento mundial. Es este egoísmo de mercado lo que ha hecho fracasar las cumbres de la Roma, Madrid, Hokkaido y Doha, donde las posturas divergentes han impedido cerrar acuerdos y acortar las brechas. Y mientras esta tensión continúe, el mundo seguirá siendo un cúmulo de parcelas aisladas donde lo único globalizado es el capital financiero, que vive a expensas de lo que Keynes llamó los "espíritus animales".

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