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miércoles, 19 de marzo de 2008

LA DEUDA PENDIENTE DE LA CONCERTACIÓN

La Concertación ha cumplido 18 años en el poder superando a los 17 años del régimen militar. En estos 35 años se ha aplicado, legitimado y entronizado el modelo económico neoliberal que, según algunos, ha llevado a Chile a encabezar la senda de los países en desarrollo. Los argumentos que respaldan esta tesis son dos: por un lado el incremento en las tasas de crecimiento de los años 80 y 90, cercano al 7%, en comparación a las tasa de los años 60 y 70 (en torno al 3%); y la sostenida caída en la tasa de inflación: de sobre el 100% promedio en los años 60 y 70 a un sólido 3% a fines de los años 90.

Estos argumentos, sin embargo, no pueden ocultar el lado oscuro del sistema y de los hechos: la aplicación irrestricta de un modelo en esencia monetarista, ha tendido a favorecer los intereses del capital por sobre los intereses del hombre. Esto ha llevado a Chile a encabezar los países con peor distribución del ingreso creando una brecha creciente de desigualdad, polarización y exclusión social.

La promesa de los gobiernos de la Concertación de un Crecimiento con Equidad quedó sólo en las palabras. Ni los gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet han podido revertir la tendencia innata a la disparidad distributiva. Asimismo, las políticas ideadas por los ministros Foxley, Aninat, Eyzaguirre y Velasco no han sido capaces de generar un cambio tendiente a cerrar la brecha de inequidad y desigualdad. Todos los esfuerzos redistributivos se realizan como acciones externas, inyecciones transitorias de recursos para suplir determinada carencia. Nada que asegure un desarrollo de largo plazo.

Postulo que el modelo económico neoliberal, que en Chile fue utilizado como “laboratorio” (ver el artículo del diario francés Liberation) es incompatible con los objetivos del carácter social básico como es la equidad en la distribución del ingreso. La imposibilidad no sólo es teórica sino también instrumental pues al interior del modelo no existe herramienta alguna que permita guiar la economía hacia un equilibrio real que cierre esa brecha y poder hablar llanamente del “Crecimiento con Equidad” que prometió Patricio Aylwin.

Al ser un modelo económico cuantificador y monetarista se preocupa solamente de la salud del dinero. El dinero es el elemento central del espíritu y la estructura del Neoliberalismo. Tener o no tener dinero es su línea divisoria, la separación creciente entre el primer y el tercer mundo, porque la idea de un segundo mundo no existe. Las cifras, estadísticas y datos dan cuenta de la regresión que se ha producido en términos de desigualdad distributiva en todos los países del mundo, y cómo éstas se han acentuado en los últimos 30 años. Hay disparidad entre el norte y el sur, pero también hay disparidad al interior de la propias ciudades. En Santiago se puede vivir en mansiones a lo Beverly Hills o en mediaguas a lo Biafra.

Esto es así porque el neoliberalismo económico tiene en su núcleo mismo el principio de la exclusión dado que se construye a partir de la idea hobbsiana del hombre como depredador del hombre. Dicha tesis fue contrapuesta por el propio Adam Smith (a quien erróneamente se toma como fundador del modelo) al sostener que el hombre lejos de generar su propia destrucción consigue a partir de su búsqueda de beneficio individual generar un beneficio colectivo. El neoliberalismo se queda sólo con la parte del beneficio individual y no considera el beneficio colectivo. Más aún, Smith siempre consideró estratégico el tema de la distribución del ingreso. No concebía una prosperidad de las naciones donde hubiera unos que crecían más y otros que crecían menos. A su vez, David Ricardo, cuando desglosa la renta diferencial de la tierra hace hincapié en que el tema no es la propiedad de la renta sino “cómo se distribuye esa renta”, para que exista un crecimiento que satisfaga a todos.

La actual crisis que vive el planeta, y de la cual por estos días vivimos una calma aparente, es una muestra de la brutalidad del modelo. Ya van más de 200.000 millones de dólares en pérdidas reales, en apenas cuatro meses, más que toda la deuda que tienen los países del Tercer Mundo (180.000 millones de dólares), que habría podido quedar saldada en vez de tapar el hoyo de una farra. La demencia de algunos es el verdadero mal depredador, pues la voracidad del capitalismo en su afán de privatizar siempre las ganancias y socializar las pérdidas es la auténtica metástasis del problema.

Vea el artículo "Chile: el Laboratorio del Neoliberalismo" en Liberation

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