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miércoles, 20 de febrero de 2008

LA NUEVA ECONOMÍA CHINA

El éxito de China desde que iniciara su transición a una economía de mercado se ha basado en estrategias y políticas flexibles, dejando margen a la creatividad y rompiendo cadenas con las leyes económicas que de rígidas a veces estancan a los países. En este proceso ha privilegiado la innovación social. China logró reconocer que no podía transferir “tal cual” la institucionalidad económica que funcionó en otros países pues detectó que los puntos de partida eran diferentes. Esta es una lección clave para aquellos que piensan que por instaurar un modelo económico de pizarrón se solucionan los problemas. China tuvo claridad al establecer que cada país tiene realidades diferentes y que son los procesos los que deben ajustarse a la realidad social y no al revés.

El modelo económico de Socialismo de Mercado, le ha significado crecer a tasas del 10% a 13% anual, lo que implica que cada seis años consigue duplicar su nivel de vida. Esto le ha permitido sacar de la pobreza a cientos de millones de chinos. Y saben que para que su crecimiento sea sostenible no se debe descuidar la mirada de largo plazo. En todos los niveles hay conciencia de los límites ambientales y de que los patrones de consumo intensivo de recursos naturales aceptados hoy en los Estados Unidos serían un desastre para China... y para el mundo entero. A medida que una proporción creciente de la población china migra a centros urbanos, se hace necesario hacer que estas ciudades sean lugares habitables, lo que exigirá una cuidadosa planificación que incluya parques y sistemas de transporte público que constituyan una mejora efectiva en la calidad de vida de su gente.

China intenta distanciarse de la estrategia de crecimiento basada en exportaciones, que significó el éxito de los llamados tigres asiáticos, y que permitió la transferencia de tecnología que ayudó a cerrar la brecha del conocimiento mejorando aceleradamente la calidad de los bienes manufacturados. Para China, el crecimiento impulsado por las exportaciones significó que podía producir sin preocuparse de desarrollar el mercado interno. Ahora, para cumplir el reto de reestructurar su economía y hacerla menos dependiente de las exportaciones y de los bienes para cuya producción se hace uso intensivo de recursos naturales, China debe estimular el consumo. Mientras el resto del mundo se esfuerza en aumentar el ahorro, China, con una tasa de ahorro de más del 40%, se esfuerza en hacer que su gente consuma más. Parte importante del brote inflacionario vivido en 2007 tiene que ver con el alto incremento en el consumo de leche, maíz y trigo.

A esto se suma la necesidad de brindar mejores servicios sociales: atención de salud pública, educación y programas de jubilación en todo el país. También será de ayuda el acceso a servicios financieros para las empresas medianas y pequeñas. Y los “impuestos verdes” –como los que se aplican sobre las emisiones de carbono- cambiarían los patrones de consumo, al tiempo que desincentivarían las exportaciones que hacen uso intensivo de recursos energéticos.

A medida que China se distancia del crecimiento impulsado por exportaciones, tendrá que buscar nuevas fuentes de dinamismo en sus crecientes filas empresariales, lo que exige un compromiso con la creación de un sistema de innovación independiente. Por largo tiempo China ha invertido fuertemente en educación superior y tecnología; ahora se está esforzando por crear instituciones de nivel mundial. Son las lecciones de un país que aprovecha la modernidad pero sin olvidar su identidad tras cinco mil años de historia.

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