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lunes, 5 de noviembre de 2007

La Patada a la Escalera

¿Qué es lo que verdaderamente se oculta tras el “libre comercio”?

Marco Antonio Moreno

Una de las afirmaciones centrales del neoliberalismo sobre la globalización es que el libre comercio es la clave de la prosperidad. Se piensa que a mayor comercio de bienes, que a mayor cantidad de productos circulando por el mundo, mejor será la prosperidad humana y mayor el bienestar.

Parte de esta creencia nace del hecho de que los países hoy desarrollados se hicieron ricos con el libre comercio. Y si ellos pudieron… ¿por qué no nosotros? Pensar de esta manera en la era de internet, en la “aldea global” de profetizó MacLuhan, tiene sus bemoles.

Un examen más atento de la verdadera historia del capitalismo y del libre comercio arroja consideraciones muy diferentes.

Cuando aquellos países, hoy desarrollados, estaban en pañales, no practicaban para nada el libre comercio. Actuaban como economías cerradas que se protegían del comercio externo con altos aranceles para promover su industria interna.

La brecha entre lo que se hace y se dice con el libre comercio

El economista coreano Ha-Joon Chang reseña que ninguno de los países hoy desarrollados practicaba el liberalismo económico en la forma en que hoy el neoliberalismo lo quiere imponer al mundo.

Aquellos países que hoy son desarrollados promovieron las más sorprendentes tasas arancelarias, impuestos, subsidios y otras medidas a los productos que cruzaban sus fronteras. Entre 1820 y 1870 las tasas arancelarias de Estados Unidos y Gran Bretaña superaban el 50%. Por eso es que la mayor brecha entre la historia “real” y la historia “imaginaria” del libre comercio es la que se refiere a estos dos países, pues se piensa y se da a entender que alcanzaron la cima de la jerarquía económica mundial adoptando políticas de “libre comercio”. Ambos países, sin embargo, fueron los pioneros y más ardientes practicantes de las políticas intervencionistas en el comercio y la industria a través de los aranceles e impuestos. Eso demuestra que la “historia oficial” del capitalismo aún no se escribe.

Perspectiva Histórica

Una de las razones por la que esto ocurre es porque tendemos a negar o desconocer la historia. Craso error. Hegel nos ha enseñado que somos productos de la historia y por tanto debemos a ella un mínimo reconocimiento. Por eso, nada mejor que las palabras de Friedrich List, economista alemán que en pleno siglo XIX escribe:

"Una vez que se ha alcanzado la cima de la gloria, es una argucia muy común darle una patada a la escalera por la que se ha subido, privando así a otros de la posibilidad de subir detrás. Aquí está el secreto de la doctrina cosmopolítica de Adam Smith y de las tendencias cosmopolíticas de sus contemporáneos… Para cualquier nación que, por medio de aranceles proteccionistas y de restricciones, haya elevado su poder industrial y su capacidad de comercio hasta tal grado de desarrollo que ninguna otra nación pueda sostener una libre competencia con ella, nada será más sabio que eliminar esa escalera por la que subió a las alturas y predicar a otras naciones los beneficios del libre comercio, declarando en tono penitente que siempre estuvo equivocada, mientras que ahora ha descubierto la senda de la verdad" (Friedrich List, 1885)


Es interesante constatar, de una vez, que sin el proteccionismo de Estado la revolución industrial del siglo XVIII nunca habría sido posible, y Gran Bretaña no habría destacado como la primera potencia mundial que fue en aquellos años. Más aun si se constata que entre los siglos XIII y XIV su economía se hallaba plenamente atrasada y se basaba en exportaciones de lana en bruto hacia países, obviamente, más adelantados (Holanda, por ejemplo).

Daniel Defoe, comerciante, político y escritor, autor de Robinson Crusoe (1725), describe cómo los monarcas de la dinastía Tudor, sobretodo Enrique VII (1485-1509) transformó Inglaterra de un país exportador de lana en bruto a una fábrica de productos laneros a todo el mundo. Según Defoe, las políticas que en 1489 puso en marcha Enrique VII se caracterizaban por el proteccionismo a la industria interna y los altos aranceles aplicados a todo tipo de lana que llegara del exterior.

El Proteccionismo Made in USA

La receta del proteccionismo en los Estados Unidos nació casi a la par que su Independencia. Los intelectuales y políticos de ese país entendieron claramente que la economía propuesta para el libre comercio por Adam Smith y los otros liberales de la época no era la apropiada. Por eso protegieron fuertemente sus industrias frente a los consejos de Smith y de Jean Baptiste Say.
Ulises Grant, héroe de la Guerra Civil y presidente de EE.UU. de 1868 a 1876, muestra claramente que los estadounidenses no permitirán a los británicos “patear la escalera”:

"Durante siglos, Inglaterra confió y aplicó medidas de protección, las llevó al extremo y obtuvo resultados satisfactorios. No cabe duda de que a ese sistema debe su fortaleza actual. Tras dos siglos, Inglaterra ha encontrado conveniente adoptar el libre comercio porque la protección ya no tiene nada que ofrecer.
Muy bien, caballeros, mi conocimiento de nuestro país me lleva a pensar que en un par de siglos, cuando los Estados Unidos hayan obtenido todo lo posible de la protección, adoptará el libre comercio".


Una de las cosas que poco se les ocurre a los gobiernos y economistas actuales es el arte de la comparación. Este gesto tiene que ver con las capacidades reales que cada quien tiene (país, empresa, individuo) y dichas capacidades tienen que ver con la ética. Pero el neoliberalismo no está con la ética, de hecho es justamente uno de los elementos que Hayek y Friedman llaman a no tener en cuenta frente al análisis económico.

Los modelos neoliberales tienen el defecto de no tomar en cuenta las lecciones de la historia. Dan la patada a la escalera que ellos utilizaron para alcanzar la posición privilegiada que hoy ocupan y con eso aumentan la brecha de la desigualdad. A comienzos del siglo XX la renta per cápita en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA) de los países más ricos era dos a cuatro veces mayor que la de los países más pobres. Hoy, gracias a las políticas aplicadas en los últimos treinta años, esa brecha se ha aumentado 60 veces.

Sean cuales sean las intenciones que hay tras la “patada a la escalera” lo cierto es que el crecimiento no ha alcanzado para nada el dinamismo prometido. Es más, en muchos países simplemente se ha estancado.


Marco Antonio Moreno

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