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jueves, 15 de noviembre de 2007

Cuando el crecimiento se lo reparten unos pocos: La falacia de la teoría económica del “chorreo”

Marco Antonio Moreno

La crisis financiera que amenaza nuevamente a la economía mundial y que una vez más ha tenido su brote sistémico en el país del tío Sam demuestra que el modelo Neoliberal, plenamente alineado con el capitalismo crematístico, lejos de superar sus crisis se encuentra cada vez más cerca del abismo.

Hace cuatro años, explotando el rebote político que le vino de la ilusión del éxito en Irak, la Administración Bush hizo aprobar por el Congreso una disminución de los impuestos a los beneficios del capital y a los dividendos. Era una bajada de impuestos extremadamente elitista, incluso con los criterios de la era Bush: el Tax Policy Center (Centro de Polìticas Tributarias), una institución independiente, declaró que más de la mitad de los recortes fiscales fueron a parar a norteamericanos con ingresos superiores al millón de dólares anuales. No obstante, los economistas del gobierno de Bush presentaron varias estadísticas tendientes a ofrecer la impresión contraria, es decir: que los recortes fiscales beneficiarían principalmente a los norteamericanos de clase media. Pero además insistieron en que los beneficios de los recortes fiscales se derramarían hacia abajo, y que esta bajada de impuestos a los ricos harían grandes cosas por la economía y serían de ayuda sobretodo para los más pobres.

Sin embargo, un informe presentado en Octubre de 2007 sobre las cifras de empleo y los resultados reales, demostró que los trabajadores tienen todo el derecho a preguntar: "¿dónde están mis gotas del chorreo?" Porque lo que es realmente notable de este proceso es que cuatro años de crecimiento económico (2002-2006) no hayan producido ganancias reales para los trabajadores norteamericanos comunes y corrientes. Los salarios, ajustados por la inflación, se estancaron y los beneficios se esfumaron. Y más aún: el único punto aparentemente brillante de la economía yanqui como lo era el auge de la propiedad inmobiliaria, ha reventado como el resultado de una burbuja inflada por la estafa y la especulación financiera...

La crisis del Citigroup, así como otras muchas instituciones financieras, incluyendo la del propio Fondo Monetario Internacional, que ha tenido que ajustar a la baja la tasa de crecimiento mundial (del 5,2% al 4,8%) ha puesto en entredicho su rol de garante de la estabilidad financiera mundial. Porque la verdad de las cosas es que el FMI no tiene nada que hacer frente a las crisis financieras de EE.UU y, por otro, han sido los países del llamado tercer mundo los que han constituido el motor del crecimiento económico y han permitido que la economía mundial no se desplome del todo. Esta es la razón de por qué el 70% de los norteamericanos considera la situación económica de su país como mediocre y vergonzosa, y por qué rechazan la forma de manejar la economía del gobierno de Bush, así como toda su política internacional. Porque el tema de fondo es que si el crecimiento de la economía estadounidense fue razonable en los últimos cuatro años, ¿A dónde fueron a parar esos excedentes? La respuesta es la misma para los EE.UU, Chile o cualquiera de los países que han implantado el modelo Neoliberal: se los reparte la misma y pequeña elite económica que cada vez goza de mayores beneficios con los recortes de impuestos.

La ausencia de todo tipo de beneficios para los trabajadores desde el 2003 a la fecha, constituye, según el economista Paul Krugman, una refutación concreta de la teoría del “chorreo”, emblemático mensaje del neoliberalismo que tan salvajemente se aplica en Chile. La idea de que una marea alta levanta a todas las barcas por igual y de que el crecimiento económico necesariamente se traslada a la gran mayoría de ciudadanos, es desmentida por la experiencia que han tenido los últimos cuatro años de la era Bush. “Por lo que yo sé –dice Krugman- nunca antes los EEUU habían experimentado una desconexión tan radical entre el rendimiento económico general, los excedentes, y la suerte de los trabajadores en términos salariales como en los últimos cuatro años”. Los EEUU fueron una sociedad tremendamente desigual en la Era de la Codicia (el último cuarto del siglo XIX), pero los niveles de vida de los trabajadores mejoraron a medida que crecía la economía. La desigualdad aumentó rápidamente en los años de Reagan (1980-1988), pero el "Amanecer en América" (1990) fue, con todo, lo bastante brillante como para generar el contento de la mayoría de la gente, al menos por un lustro. La desigualdad siguió creciendo durante los años de Bill Clinton, pero los salarios también aumentaron, como creció el acceso a los seguros de salud, y la gran mayoría de norteamericanos se sintió en la prosperidad. Sin embargo, lo que se ha producido desde el 2003 es una expansión económica que ha beneficiado mucho a los ricos, pero que ha pasado de largo ante el grueso de la población norteamericana. En conclusión, la expansión neta del llamado PIB (Producto Interno Bruto), que mide el crecimiento real de las economías, queda en manos de unos pocos: los mismos ricos de siempre.

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