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domingo, 20 de mayo de 2018

El descenso a los infiernos de la iglesia chilena


El reconocimiento de un sacerdote chileno de la región central de Rancagua de haber tenido "conductas sexuales impropias" con al menos una creyente de su parroquia, representa otra modesta pero significativa prueba de la corrupción que durante años inficionó las estructuras de la Iglesia católica chilena hasta un punto que ni las autoridades de El Vaticano –proclives a aminorar o desconocer cualquier comportamiento execrable de sus ministros, especialmente en materia sexual– han podido pasar por alto. La renuncia en bloque de los obispos del país conosureño –que el papa Francisco tiene la potestad para aceptar o rechazar– muestra la profundidad de la crisis que sacude a la institución eclesiástica y revela también que tiene una magnitud imposible de ocultar públicamente.

No es la de Chile la única Iglesia donde las violaciones de menores y las conductas desordenadas de los religiosos llegaron a ser prácticas extendidas y frecuentes: desde los años 90 del siglo pasado, cuando especialmente en Irlanda y Estados Unidos empezaron a denunciarse casos de pederastia documentados con pruebas abundantes e irrebatibles, la grey católica de casi todo el mundo se vio sacudida por la evidencia de que gran número de clérigos, a menudo protegidos por sus superiores jerárquicos, estaban más preocupados por el cuerpo que por el alma de sus feligreses y feligresas. Poco a poco, personas que en algún momento de sus vidas estuvieron ligadas a seminarios, orfanatos, parroquias, hospitales o espacios de presunto servicio social dependientes de la Iglesia de Cristo se atrevieron a ventilar situaciones que habían permanecido encubiertas a lo largo de décadas.

sábado, 20 de enero de 2018

Francisco, el papa, entre pederastas y genocidas


Marcos Roitman Rosenmann, La Jornada

La Iglesia chilena es una de las más conservadoras del continente. Su participación en el golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende la escoró más. Un tedeum en la catedral de Santiago elevó a los golpistas a la condición de salvadores de la cristiandad. Los escándalos durante décadas afectan a todas las congregaciones, ninguna está exenta de casos de violación a menores. Salesianos, maristas, dominicos, legionarios, jesuitas, Opus Dei. Existe un centenar de casos documentados.

La institución niega y considera las acusaciones, insidias para socavar la labor pastoral de sus miembros. Aún abiertas las heridas del prelado Fernando Karadima, durante años violando menores, el papa Francisco no ha querido reunirse con sus víctimas. Se ha limitado a pedir perdón. Karadima sigue siendo sacerdote. En sus 50 años de oficios religiosos amasó una gran fortuna personal. Condenado por pederastia, oficia misa a pesar de estar inhabilitado. Igualmente, resulta significativo que el papa Francisco reniegue de las acusaciones por encubrimiento de quien fue discípulo de Karadima, Juan Barros Madrid, hombre de confianza del Papa, nombrado obispo de Osorno. No menos impactante ha sido el nombramiento del ex arzobispo de Santiago, miembro del consejo cardenalicio, Javier Errázuriz Ossa, amigo personal de Pinochet, anticomunista declarado, en la actualidad empeñado en desarticular toda acción pastoral ejercida desde la Teología de la Liberación. Enemigo acérrimo de la Iglesia de los pobres, ha patrocinando querellas contra los sacerdotes militantes de la Iglesia de la opción por los pobres y del Cristo de los condenados de la Tierra, José Aldunate, Mariano Puga y Felipe Berríos.

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