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miércoles, 6 de marzo de 2024

Una época crucial: comienza la etapa más brutal de la crisis mundial

En este artículo, el historiador Andrei Fursov explica cómo con la era de bonanza de posguerra, los grupos dominantes comprendieron que la única forma en que podrían preservar sus privilegios y su poder sería transformando el capital en otras formas de dominación a través del desmantelamiento del capitalismo, es decir, mediante el proceso de globalización que se extiende desde los 1970s hasta el año 2050 y que implica el ataque a gran escala contra las instituciones democráticas, el debilitamiento de la esfera público-jurídica, la degeneración de la política en una combinación de sistema administrativo y de espectáculo, y el “desvanecimiento” del Estado-nación con el fortalecimiento del mercado (global) de capitales financieros. La globalización es también la guerra social de los estratos altos contra los medios e inferiores. De hecho, la globalización es en muchos sentidos el equivalente de los cercamientos ingleses de los siglos XVI-XVII, sólo que a escala mundial; los objetivos son los mismos: redistribución de la renta y la propiedad a favor del 20% de la población más rica, y la creación de nuevos ricos y nuevos pobres en un cruel juego político-económico de suma cero. Sin embargo, quizá el problema más grave desde el punto de vista del marco institucional del sistema capitalista sea el debilitamiento del Estado-nación. El Estado-nación y la clase media con sus formas económicas y sociales son las estructuras de soporte del capitalismo como sistema histórico especial. Por lo que su debilitamiento y extinción es la despedida del capitalismo. En este marco, las tres preguntas principales a las que se debe responder son 1) qué tipo de sociedad sustituye al capitalismo; 2) cuál será la proporción de factores evolutivos y revolucionarios en el transcurso del punto de inflexión; 3) a costa de quién y a favor de quién se llevará a cabo la transgresión sistémica, o quién se hará con las cartas de triunfo en el nuevo redibujado de los mapas de la Historia, como diría F. Braudel.
Andrei Fursov, Mente Alternativa

El funcionamiento normal del capitalismo requiere la existencia de zonas no capitalistas. Cada vez que se produce un descenso cíclico de los beneficios mundiales, el sistema capitalista responde expandiéndose y convirtiendo la zona exterior no capitalista en una periferia capitalista con mano de obra barata y nuevos mercados (creación forzosa de colonias y semicolonias), y así hasta la próxima vez.

La globalización pacificó el núcleo, ha eliminado el anticapitalismo sistémico y, de hecho, ha suprimido las posibilidades de lucha de las sociedades periféricas por una mejor posición en el sistema mundial, por mejores posiciones de negociación en relación con el núcleo, es decir, la globalización ha resuelto victoriosamente los problemas por los que luchó el capitalismo a lo largo del siglo XX. Sin embargo, la victoria escondía un vacío: toda adquisición es una pérdida y toda pérdida es una adquisición – habiendo resuelto problemas insolubles a medio plazo del capitalismo, la globalización creó problemas insolubles a largo plazo y, como resultado, la situación del sistema capitalista a finales del siglo XX era mucho peor que a principios de los siglos XIX-XX: el zeitnot y el zugzwang al mismo tiempo con la perspectiva de una nueva guerra – sólo que ya social, de los estratos altos contra los bajos y los medios. En realidad, esta guerra ya ha comenzado. ¿Por qué y cómo? Muy sencillo.

martes, 20 de febrero de 2024

Gastronómicamente correcto. McDonald´s y la mundialización a la mesa

Diego Fusaro, Posmodernia

La identidad gastronómica se declina en plural, ya que son muchas las tradiciones a la mesa y cada una existe en el constante nexo de mixtura e hibridación con las demás. Cada identidad existe, en sí misma, como resultado nunca definitivo de un proceso por el cual se entrelaza o -para permanecer en el campo de las metáforas culinarias- se mezcla con las otras.

Es cierto que en el pasado, si pretendiéramos aventurarnos en la «arqueología del sabor», esta fecunda pluralidad cultural ligada a las tradiciones alimentarias tendía, en algunos casos, a degenerar en formas de nacionalismo culinario, en virtud de las cuales cada pueblo se consideraba portador de una suerte de primado eno-gastronómico. A este respecto, existen quienes han acuñado la categoría de «gastronacionalismo«, aunque en honor a la verdad, aun cuando la cocina resulte fundamental para trazar las fronteras políticas y culturales de las identidades nacionales, las tradiciones culinarias nunca existieron, originariamente, en forma nacional, siendo en cambio herencias de orden regional, como ha evidenciado Mintz. En cualquier caso, las políticas gastronacionalistas se han manifestado también debido a la tendencia de los Estados a utilizar el reconocimiento de su propio patrimonio alimentario como instrumento para la propia política, para el propio reconocimiento en la arena internacional y en el ámbito de lo que habitualmente se define como «gastro-diplomacia”, aludiendo con ello a la práctica que aprovecha el carácter relacional de la comida y busca consolidar y fortalecer los lazos a nivel político.

sábado, 30 de diciembre de 2023

La globalización neoliberal: una nueva fe religiosa

Diego Fusaro, Euro Synergies

Según la sintaxis de Gramsci, existe una «ideología» cuando «una clase determinada logra presentar y hacer aceptar las condiciones de su existencia y de su desarrollo como clase como un principio universal, como una concepción del mundo, como una religión».

El clímax esbozado por Gramsci es totalmente pertinente si nos referimos a la ideología de la globalización como una naturaleza dada, irreversible y fisiológica (globalismus sive natura). En el contexto del Nuevo Orden Mundial posterior a 1989 y de lo que se ha definido como «el gran tablero de ajedrez», se presenta como un «principio universal», porque es aceptado indiscriminadamente en todas las partes del mundo (es lo que podríamos llamar la globalización del concepto de globalización) y, al mismo tiempo, también es asumido por los dominados, que deberían oponerse a él con la mayor firmeza. Se presenta como una verdad indiscutible y universalmente válida, a la espera de ser ratificada y aceptada en forma de adaequatio cognitiva y política.

miércoles, 27 de diciembre de 2023

La continua oposición de la filosofía japonesa a la globalización

Troy Southgate, Grupo Minerva

Hay quienes utilizan los esfuerzos de la Escuela de Kioto para facilitar un intercambio intelectual entre Oriente y Occidente como una excusa conveniente para promover el llamado multiculturalismo. Sin embargo, aunque la actitud más abierta de Japón hacia Occidente desde finales del siglo XIX en adelante llevó a muchos de sus principales pensadores a explorar la filosofía y la metafísica de Kant, Schelling, Hegel, Nietzsche, Heidegger y otros con cierta profundidad, la Escuela de Kioto fue una reacción a la invasión del mundo moderno y, por lo tanto, permanece firmemente en desacuerdo con los perniciosos valores del mundialismo. Como explica el filósofo de tercera generación del movimiento, Ueda Shizuteru:
“Hay que decir que la sombría realidad global de hoy es la formación de un mundo unico que hace sin sentido las diferencias entre Oriente y Occidente, y que por lo tanto invalida la empresa histórica de Nishida y Nishitani por igual. Una hiper-sistematización del mundo está trayendo consigo un rápido y poderoso proceso de homogeneización, superficial pero profundo, que a su vez está generando fricciones e incluso confrontaciones entre los grupos étnicos y sus culturas; la destrucción acelerada de la naturaleza; las irregularidades y desórdenes fisiológicos humanos, así como la profundización de fisuras psicológicas internas; la propagación de un sentimiento de vacío; y un interminable frenesí loco de actividad vacua. A pesar de los esfuerzos por lograr un mundo lleno de diversidad que todavía está unificado por medio del contacto entre diferentes tradiciones, no parece tal. Los esfuerzos de hoy son capaces de despejar el camino para un movimiento contracultural mundial que se opondría a la contemporánea híper-sistematización del mundo y su homogeneización concomitante”.

lunes, 21 de junio de 2021

La historia no había terminado, debió rectificarse Fukuyama

Como la lucha de clases continúa –siempre al rojo vivo–, el capítulo de ese paso atrás que significó el cierre del socialismo europeo y la reconversión de la Unión Soviética permitió a la derecha sentirse omnipoderosa, triunfal, ganadora absoluta.
Marcelo Colussi, Alainet

"Defiendo la construcción del Estado como uno de los asuntos de mayor importancia para la comunidad mundial, dado que los Estados débiles o fracasados causan buena parte de los problemas más graves a los que se enfrenta el mundo: la pobreza, el sida, las drogas o el terrorismo". Esta idea jamás podríamos asociarla al pensamiento neoliberal, que se caracteriza por una apología de la libre empresa y de la reducción del Estado. Pero curiosamente es lo que dice Francis Fukuyama en su libro "Construcción del Estado: gobierno y orden mundial en el siglo XXI", del 2004.

Fukuyama se hizo famoso cuando en 1992 (acompañando la desintegración de la Unión Soviética y del bloque socialista europeo) pronunció el grito triunfal en su libro El fin de la historia y el último hombre: "la historia ha terminado". Pero en realidad lo dicho por él ni es pensamiento profundo, ni encierra ninguna verdad. Era una simple declaración de guerra, cargada ideológicamente, dicha en un momento en que las fuerzas se inclinaban hacia el lado del capital. Según la visión conservadora de la derecha, la extinción del bloque socialista europeo mostraba la inviabilidad de una revolución obrero-campesina de contenido marxista. El socialismo, visto así, era una quimera, una tontera condenada al fracaso. De todos modos: ¡la historia no había terminado!

lunes, 30 de marzo de 2020

El Covid-19 y la muerte de la conectividad


Walden Bello, Sin Permiso

La pandemia del COVID-19 es la segunda mayor crisis de la globalización en una década. La primera fue la crisis financiera global de 2008-2009; la economía global necesitó años para llegar a una recuperación aparente. No aprendimos la lección de la primera y puede que por esto el impacto de la segunda sea incluso más grande.

Billones de dólares de riqueza efectiva se esfumaron durante la crisis de 2008, pero pocos gritaron por los actores financieros que provocaron la crisis. Los impactos en la economía real fueron más serios.

Decenas de millones perdieron sus empleos; solo en China 25 millones de personas en la segunda mitad de 2008. El transporte aéreo cayó un 20% en un año. Las cadenas globales de suministros, muchas de ellas conectadas con China, se interrumpieron gravemente.

The Economist lamentó que la “integración de la economía mundial se encuentra en retroceso prácticamente en todos los frentes”, añadiendo que “a algunos críticos del capitalismo esto parece alegrarles, como a Walden Bello, un economista filipino que quizá pueda reivindicar haber acuñado el término [desglobalización] en su libro Deglobalization: Ideas for a New World Economy.”

sábado, 1 de febrero de 2020

Globalización capitalista: Una proletarización del mundo que desenmascara el pseudo "posmodernismo"


Saïd Bouamama, Bouamamas

El año 2019 estuvo marcado por movimientos populares sin precedentes durante décadas en muchos países del planeta. Desde Argelia a Sudán pasando por Líbano, Francia o Haití, estos movimientos pusieron en acción a millones de manifestantes. En el mismo año, los golpes reaccionarios y las ofensivas se multiplicaron, al igual que los intentos de explotar y secuestrar a los grandes movimientos populares. La percepción cronológica de estas luchas difundidas por los medios de comunicación nos impide hacer un balance de los desafíos comunes que significan estas movilizaciones. Del mismo modo, la importancia de una cuadrícula de lectura centrada en el euro oculta la entrada en una nueva secuencia histórica del sistema imperialista mundial y la reanudación de la iniciativa popular que lo acompaña. ¿Cómo entender este nuevo ciclo de lucha? ¿Podemos conectarlos a una base de material común? ¿Están desconectados de los discursos ideológicos dominantes?

Globalización capitalista y proletarización del mundo


Los discursos dominantes sobre "globalización" y/o "globalización" presentan esto como resultado de los avances en la ciencia y las técnicas que llevan a interacciones sin precedentes en los diferentes espacios del planeta. Según esta novela ideológica internacional, las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación habrían obsesionado a los Estados-nación, dejando obsoletas las "grandes historias" de la emancipación (socialismo, anticolonialismo, antiimperialismo, etc.) y aboliendo la lucha de clases. Tal discurso enmascara la naturaleza de esta globalización y su origen. Lejos de ser una consecuencia lógica del progreso técnico, la llamada "globalización" es el resultado de las estrategias de las grandes potencias imperialistas de la tríada (Estados Unidos, Unión Europea y Japón) para la distribución del mundo.

jueves, 7 de febrero de 2019

La economía del saqueo


Antonio Lorca Siero, Rebelión

Algunas empresas se crean para ser saqueadas por el aventajado de turno aprovechando un nicho de dinero a explotar hasta que se agota el filón, mientras que otras ultiman el saqueo cuando el negocio está a punto de agotarse, especulando sobre los restos del patrimonio por algún profesional del desguace empresarial. En ambos casos hay perjudicados, a menudo se trata de los incautos inversores que han confiado su dinero a una realidad empresarial falseada. Así vienen jugando la llamadas corporaciones especuladoras, que algunos llaman capitalistas, pero que, salvo dedicarse al asunto del dinero, poco tienen que ver con el capitalismo real, porque solo están a repartirse el botín entre los partícipes. Aunque en el capitalismo la actividad ha de dirigirse en mayor o menor medida a la especulación sobre la base del capital, las empresas dedicadas al saqueo utilizan esa otra especulación basada en la simple obtención de riqueza particular y no de la empresa, arrasando con todo lo que encuentran a su paso dejando el terreno baldío. Tal forma de operar pudiera ser vista como la economía del futuro, pero solo es del presente, porque no tiene futuro si prosigue el avance de un mundo realmente capitalista.

Los personajes de la especulación muy propios de la actualidad, aprovechándose del espíritu del capitalismo, no solamente arrollan cuanto se pone a su alcance sino que lo hacen con total impunidad, destruyendo empresas e inversiones y dejando innumerables afectados. Los gobernantes de aquí y allá atraídos por inversores de tres al cuarto, pero que ayudan a dar buena apariencia al panorama económico de los Estados, les dejan hacer a su antojo permitiendo el espolio y los controles sobre los que se dedican a esta ocupación son sencillamente una pantomima. Entre los muchos ejemplos de especulación agresiva que están de moda pueden señalarse como más habituales y llamativas las actividades de los llamados fondos buitre, los capitales golondrina o los inversores bajistas .

lunes, 3 de diciembre de 2018

El G20 desnuda los límites civilizatorios y desafía a construir alternativas


Julio C. Gambina, Buenos Aires

El documento final del G20 explicita los principales problemas del capitalismo contemporáneo, concentrado en el “cambio climático” y el “comercio internacional”.

Ambas son expresiones de los límites civilizatorios de la sociedad capitalista en la actualidad. Los participantes del G20 suscriben una declaración que no resuelve las disputas, cuando mucho las identifica.

Sobre el primer punto, la cuestión climática, EEUU continúa bajo la presidencia Trump desentendiéndose de toda iniciativa tendiente a morigerar el impacto sobre el hábitat, el medio ambiente y la población global. Claro que tiene su lógica desde la dominación que se ejerce desde Washington sobre la producción de hidrocarburos y el papel que éstos asumen como insumo estratégico del modelo productivo y de desarrollo del capitalismo contemporáneo.

Respecto del comercio, es también EEUU en sus confrontaciones comerciales contra China y varios otros países, quien explicita los problemas de la disputa por la hegemonía del sistema mundial. Entre otras cuestiones, desde Buenos Aires se informó de las reformas al NAFTA, con claros beneficios para EEUU y en contra de sus vecinos en Canadá y México, cuando en este país se inaugura un nuevo ciclo presidencial desde el 1/12, sustentado en una voluntad social crítica de los modelos imperantes en el viejo y nuevo Tratado de Libre Comercio.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Joseph Stiglitz: “El poder del mercado es abuso de poder”

Álvaro Guzmán Bastida, Ignasi Gozalo Salellas y Héctor Muniente Sariñena, Bitacora

El mundo parece decidido a dejar a Joseph Stiglitz en fuera de juego.

Después de asesorar al gobierno de Bill Clinton y liderar el Banco Mundial a mediados y finales de los años noventa, y de ganar un Premio Nobel en 2001, el economista de la Universidad de Columbia pasó a ser uno de los críticos más agudos tanto del abandono de la clase trabajadora por parte del Partido Demócrata como -de manera clave- de las desigualdades y desequilibrios de poder originados por la globalización en los países del Sur. En estas apareció Donald Trump. Y Stiglitz volvió a estar a la altura de las circunstancias, profundizando y ensanchando si cabe el nivel de su crítica. ¿Cómo es posible que el mismo sistema contra el que había arremetido por dejar de lado a los pobres de África y los campesinos de América Latina alumbrara una monstruosidad política que decía hablar en nombre de los "olvidados" de Estados Unidos? ¿Podía ser América la perdedora de un sistema que creó y se esforzó en imponer? Stiglitz, que ha actualizado su libro más influyente, El Malestar de la globalización para abordar tamañas novedades, recibe a CTXT en su oficina del norte de Manhattan para departir sobre la guerra comercial con China, la insuficiencia de un análisis geopolítico de la globalización que deje de lado cuestiones de clase y la urgencia de la protección social como antídoto al ascenso de reaccionarios y neoproteccionistas.

-La última vez que hablamos, en la primavera de 2016, tenía mucho que decir sobre la crisis de la desigualdad en Estados Unidos, las fallas de la recuperación tras la crisis económica. Sin duda, el gran acontecimiento tras aquella conversación fue el ascenso político de Donald Trump. ¿Cree que este tiene una explicación económica? ¿Cuál es, por así decirlo, el sustrato material en el que echó raíces Trump?

jueves, 22 de noviembre de 2018

Unctad y el círculo vicioso de los Medici

Alejandro Nadal, La Jornada

En las pasadas tres décadas el orden económico que emergió de la Segunda Guerra Mundial se erosionó por el abandono de la política de pleno empleo, la mayor movilidad del capital, la reducción del ingreso de la clase trabajadora, el recorte en el gasto social en casi todas las economías del mundo y el aumento del poder de mercado de las grandes corporaciones. Hoy, el fantasma de nuevas guerras comerciales y la gran desconfianza que buena parte del electorado ha manifestado en muchos países frente a las instituciones tradicionales amenazan con aniquilar lo poco que quedó de aquel orden económico que fue testigo de la era dorada del capitalismo.

Hace dos semanas la Unctad dio a conocer su informe anual para 2018 (unctad.org) y ya desde el título, con una referencia a la quimera del libre comercio, envía un mensaje que nadie debe ignorar. La tesis fundamental del informe es que la globalización neoliberal, que tantas veces fue descrita como ejemplo de eficiencia, flexibilidad y competitividad, ha desembocado en un mundo quebradizo y marcado por un desempeño económico mediocre. Hoy la globalización se caracteriza por mayor desigualdad, una intensa concentración de poder de mercado en unas cuantas megacorporaciones y la subordinación incondicional al mundo de las finanzas.

viernes, 8 de junio de 2018

La crisis de la globalización: ¿una guerra inevitable?

La falsa ilusión de la globalización tal y como la concibió hace veinte años gente muy insensata es insostenible
James K. Galbraith, CTXT

En su libro más reciente, Kari Polanyi Levitt señala que la palabra “globalización” no aparece en los diccionarios de lengua inglesa Oxford Shorter English anteriores a 1994 ni en los programas correctores ortográficos de la época. Surgió de la nada en ese momento por una razón: para arrojar cierta luz de benigna inevitabilidad sobre el proyecto de hegemonía occidental que se ofrecía como futuro tras la disolución de la URSS.

Hoy, mientras escribo en el 200 aniversario del nacimiento de Karl Marx, este proyecto no ha estado a la altura, y quizá se tambalee y esté a punto de sufrir su propia disolución. Hay tres motivos principales: uno es China; el segundo es Rusia; y el tercero, y más importante, es la mala gestión financiera de Estados Unidos y Europa.

La gran idea de la década de 1990 era que un orden mundial liberal, abierto y unificado, dominado por los bancos, podría llevar democracia y prosperidad al Este. Esta idea, ciertamente, se había puesto a prueba en el hemisferio sur desde comienzos de la década de 1980 y la experiencia se denominó la “Década Perdida”. Sin embargo, en el Este era novedoso –además de ser, hasta cierto punto, algo en lo que se confiaba fielmente en los vertiginosos momentos en que se producía la desaparición de un socialismo mediocre en Europa.

lunes, 16 de enero de 2017

¿Hay que culpar a la globalización?


Dean Baker, Sin Permiso

Aunque no podemos aceptar el racismo y la misoginia con que alimentó Donald Trump su victoria electoral, tenemos que reconocer que los votantes de clase obrera blanca que le dieron amplio apoyo tenían agravios reales. Han sido perdedores económicos durante las últimas cuatro décadas. Han visto estancarse sus salarios y las perspectivas a que se enfrentan sus hijos en el mercado laboral son sombrías. Sus cuitas vienen de políticas económicas que fueron diseñadas para redistribuir el ingreso hacia los de arriba. La globalización fue la más visible de esas políticas.

Entre los muchos mitos sobre la globalización, el peor es el que dice que la pérdida de un enorme volumen de puestos de trabajo en los EEUU (y en Europa) era inevitable. Puesto que el mundo en vías de desarrollo está lleno de trabajadores con salarios bajos, se dice, era imposible para los norteamericanos competir con ellos. Los economistas y los políticos que promueven esa opinión pueden conceder que el resultado es muy desafortunado para los trabajadores norteamericanos, pero insisten en que era inevitable. Se consuelan con los crecientes niveles de vida de los miles de millones de pobres del mundo en vías de desarrollo.

Es una visión de la historia de los últimos cuarenta años muy digerible para quienes no fueron sus víctimas. Pero es de todo punto falsa.

sábado, 14 de enero de 2017

La globalización y los trabajadores del mundo


Prabhat Patnaik, El viejo topo

La globalización fue anunciada como algo beneficioso para todos, como un vigoroso paso adelante hacia una mejora económica universal. Era claramente falso, y no fueron solo los economistas de izquierdas, sino también muchos economistas de la línea “dominante” como Paul Samuelson los que lo dijeron desde el primer momento.

El motivo que aducían era muy sencillo: si el régimen económico mundial permitía la libre importación en Estados Unidos de mercancías procedentes de China o de la India, ello afectaría negativamente a los salarios reales de los trabajadores norteamericanos, porque los trabajadores norteamericanos, con unos salarios mucho más altos, tendrían que competir, en detrimento suyo, con los salarios más bajos de los trabajadores chinos o indios. Por consiguiente, el hecho de que la globalización perjudicaría necesariamente a los trabajadores de Estados Unidos y de otros países avanzados, les parecía obvio a ellos, y de hecho a todos, de lo que se seguía que no era posible que beneficiase a todos los segmentos de la clase trabajadora mundial. Ahora bien, de acuerdo con esta argumentación, se consideraba que la globalización beneficiaría a los trabajadores de países como China o la India, es decir, de aquellos países del tercer mundo con los salarios bajos.

Formulando este argumento de otro modo, ya que la libre circulación de mercancías y de capitales por todo el mundo intensifica la competencia entre los trabajadores de los diferentes países, se produciría una tendencia hacia una disminución de las diferencias salariales entre estos países, y si bien esto representaría un cierto incremento en los salarios reales de los trabajadores del tercer mundo, también representaría una reducción en los salarios reales de los trabajadores metropolitanos.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

La globalización ha muerto


Álvaro García Linera, La Jornada

El desenfreno por un inminente mundo sin fronteras, la algarabía por la constante jibarización de los estados-nacionales en nombre de la libertad de empresa y la cuasi religiosa certidumbre de que la sociedad mundial terminaría de cohesionarse como un único espacio económico, financiero y cultural integrado, acaban de derrumbarse ante el enmudecido estupor de las élites globalófilas del planeta.

La renuncia de Gran Bretaña a continuar en la Unión Europea –el proyecto más importante de unificación estatal de los cien años recientes– y la victoria electoral de Trump –que enarboló las banderas de un regreso al proteccionismo económico, anunció la renuncia a tratados de libre comercio y prometió la construcción de mesopotámicas murallas fronterizas–, han aniquilado la mayor y más exitosa ilusión liberal de nuestros tiempos. Y que todo esto provenga de las dos naciones que hace 35 años atrás, enfundadas en sus corazas de guerra, anunciaran el advenimiento del libre comercio y la globalización como la inevitable redención de la humanidad, habla de un mundo que se ha invertido o, peor aún, que ha agotado las ilusiones que lo mantuvieron despierto durante un siglo.

La globalización como meta-relato, esto es, como horizonte político ideológico capaz de encauzar las esperanzas colectivas hacia un único destino que permitiera realizar todas las posibles expectativas de bienestar, ha estallado en mil pedazos. Y hoy no existe en su lugar nada mundial que articule esas expectativas comunes. Lo que se tiene es un repliegue atemorizado al interior de las fronteras y el retorno a un tipo de tribalismo político, alimentado por la ira xenofóbica, ante un mundo que ya no es el mundo de nadie.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Proteccionismo, globalización y “furia populista”

Paula Bach, La izquierda diario

La tensión entre proteccionismo y globalización se pone de manifiesto como uno de los emergentes más significativos del escenario que toma cuerpo con particular entidad en los países centrales. Este dualismo expresa a su vez el despliegue quizá más contradictorio y concreto de otra bifurcación, la que fluye entre la economía y la política.

Enfocando la arista económica, puede verificarse que un escenario de disminución del crecimiento del comercio mundial está impulsando un cierto repliegue de la globalización, un suave incremento de medidas proteccionistas y una desaceleración del ritmo de liberalización del comercio. Estos factores que poseen por ahora un impacto limitado, prometen adquirir un impulso mayor en un escenario económico que amenaza volverse más crítico. Contra esta tendencia, los tratados de libre comercio –como el TLC, el Acuerdo Transpacífico o el Transatlántico, entre otros- representan la espada privilegiada de la cruzada globalizadora de los sectores hegemónicos del capital.

Pero si se enfoca la arista política, se observa que la desazón y la pérdida de confianza en las élites dirigentes dio lugar a una oleada de repudio a la globalización expresada tanto en el ascenso del fenómeno Trump por derecha, como en su momento en el voto por izquierda a Bernie Sanders y hasta en las promesas “antitratados” a las que se vio obligada Hillary. Este suceso en su conjunto, incluyendo un nacionalismo xenófobo referenciado en amplios sectores de la población –que alcanza también fracciones del capital no hegemónico, ligadas al mercado interno- podría transformarse en una de las peores contrariedades de las élites económicas, globalofílicas por definición. La suerte de los tratados comerciales –principal arma de las multinacionales y las élites económicas para la “protección” de sus negocios- se juega en territorios tortuosos como el del Reino Unido después del brexit o el de Estados Unidos luego de la gran definición del próximo martes –independientemente, en gran parte, de quien se quede con la victoria.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Globalización: la última fiesta

Alejandro Nadal, La Jornada

La reunión semianual del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial en Washington, la semana pasada, podría pasar a la historia como la velada del funeral de la globalización neoliberal. Como en esas ocasiones, los discursos en memoria del difunto se suceden como colecciones de aburridos panegíricos fúnebres. Pero por más conjuros que se pronunciaron sobre los despojos mortales de la globalización neoliberal, el cadáver insepulto no quiso resucitar.

Ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales tuvieron que afrontar una larga serie de indicadores macroeconómicos negativos. No sorprende entonces que las estimaciones sobre crecimiento global que ha realizado el Banco Mundial se sitúen en el rango de 2 por ciento. Proviniendo de alguien tan sesgado en favor de los beneficios que atraería la globalización neoliberal, esos datos constituyen una señal de que las cosas no andan bien en la economía mundial. Otro indicador contundente es que las economías de los llamados mercados emergentes experimentarán tasas de crecimiento de 0.4 por ciento debido al colapso en el precio de las materias primas. O sea, estamos en medio del estancamiento.

viernes, 9 de septiembre de 2016

G-20: escapar del naufragio

Jorge Eduardo Navarrete, La Jornada

Los anfitriones hubieran deseado que un ambiente global muy diferente rodease la celebración en su territorio –por fin, después de tantos años– de la cumbre del Grupo de los 20, el llamado foro por excelencia para la cooperación económica y financiera multilateral. Recuérdese que, en su actual encarnación, el G-20 data de 2008, del inicio de la gran recesión, e incorporó las economías emergentes al esfuerzo global, no por completo logrado, de recuperación del crecimiento y el empleo. Ocho años y 10 cumbres después, esa recuperación sigue mostrándose elusiva. Al menos hasta 2013, China hizo quizá la mayor contribución nacional a los objetivos proclamados del grupo; fue el motor que evitó una depresión profunda y generalizada.

El sentimiento que, me parece, prevaleció en Hangzhou, una de las capitales históricas de China, fue, notoriamente, el de los momentos previos a un naufragio: el hundimiento, en este caso, de la modalidad rampante, voraz y desregulada de la globalización financierizada. Los indicios del naufragio estuvieron a la vista de todos: desde la creciente improbabilidad de que se concreten –o, incluso, se negocien– los acuerdos trasnacionales de última generación, que abarcan todo, alrededor del Pacífico o del Atlántico norte, hasta la denuncia generalizada de las múltiples falencias del modelo de (des)orden económico y financiero multilateral vigente. El anfitrión, el presidente Xi Jinping, subrayó la más señalada de ellas: la desigualdad global: Medida por el coeficiente de Gini, ya ha superado el nivel de alarma de 0.6 puntos y ahora se sitúa en 0.7 –dijo en su discurso inicial. Obama también denunció, en alguna de sus intervenciones en Hangzhou, este destructivo avance de la desigualdad.

martes, 9 de agosto de 2016

Joseph Stiglitiz: La globalización y sus nuevos malestares

Joseph Stiglitz, Project Syndicate

Hace quince años escribí un pequeño libro titulado El malestar de la globalización, este libro describía la creciente oposición en el mundo en desarrollo a las reformas globalizadoras. Era algo muy misterioso: a las personas en los países en desarrollo se les había dicho que la globalización aumentaría el bienestar general. Si ese era el caso, ¿por qué tantas personas se tornaron hostiles a la globalización?

En la actualidad, a dichos opositores a la globalización en los mercados emergentes y los países en desarrollo se les han unido decenas de millones de personas en los países avanzados. Las encuestas de opinión, incluyendo un cuidadoso estudio realizado por Stanley Greenberg y sus asociados para el Instituto Roosevelt, muestran que el comercio es una de las principales fuentes de malestar para un gran porcentaje de estadounidenses. Puntos de vista similares se hacen también patentes en Europa.

¿Cómo puede ser tan vilipendiado algo que nuestros líderes políticos – y muchos economistas – dijeron haría que todos estemos mejor?

domingo, 26 de junio de 2016

Brexit deja al descubierto los límites de la globalización y el malestar contra las élites

Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada

Robert Lacey, biógrafo de su majestad, filtró que la reina de Inglaterra preguntó dos días antes de la dramática votación del Brexit por “tres buenas razones para que Gran Bretaña (GB) deba ser parte de Europa (http://goo.gl/v5cj2m)”.

¿Qué impacto tuvo el euroescepticismo de la monarca de 90 años cuando las encuestadoras daban como triunfante la permanencia de GB en la Unión Europea (UE), hoy de 27 miembros y a punto de ser balcanizada?

El Brexit, además del rechazo a los migrantes, representó la revuelta de la clase obrera contra la globalización financierista del caduco thatcherismo de casi medio siglo de hegemonía global (http://goo.gl/MDsnxi).

Obama, quien apoyó la permanencia de GB en la UE, culpó a la globalización del impactante resultado (http://goo.gl/QL53LX)... Nelson Schwartz y Patricia Cohen, del NYT, titularon que “para EEUU, el Brexit puede ser un aviso de los limites de la globalización (http://goo.gl/yvUsWO)”.

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