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jueves, 23 de septiembre de 2021

La derecha Mad Max (o la derecha sin esperanza)

Juan Carlos Monedero, Público

¿Hay diferencias entre la derecha actual y la que representaban Margaret Thatcher y Ronald Reagan? ¿Son Boris Johnson o Donald Trump equiparables a los que estuvieron dirigiendo a los tories o a los republicanos hace tres décadas? ¿Podría estar hoy Adolfo Suárez en el mismo partido que Pablo Casado o Isabel Díaz Ayuso? ¿Es el mismo Aznar el que pactó con el PNV y la CiU de Pujol, se sentó con ETA y habló del movimiento vasco de liberación nacional?

Para quien no quiera ver con ojos contaminados, es evidente que el conservadurismo ya no es el mismo, aunque mantengan rasgos que nos permiten identificarlos como parte de un mismo tronco común. Sin embargo, difícilmente podrían convivir en el mismo espacio esas derechas de ayer con las derechas de hoy. Por eso sorprende la derecha alemana de Merkel, casi la única que insiste en que nunca pactarán con la extrema derecha (han preferido gobernar con el Partido Socialista). Si volvemos a suelo hispano, la evolución de algunos personajes les ha convertido en una caricatura.

Pero no pensemos en generación espontánea: una parte de la ultraderecha siempre ha convivido dentro de la derecha bipartidista en todo el ámbito occidental. El fundador de Alternative für Deutschland militó siempre en la CDU, igual que Santiago Abascal viene del PP. Pero esas derechas neonazis, revisionistas, franquistas han aprendido a juntarse en el cambio de siglo. Y están arrastrando al conjunto de la derecha. De manera clara, en el revisionismo histórico, que antaño era una tarea de neonazis y hoy es moneda común en España, Brasil, Alemania, Estados Unidos, Chile o Argentina.

viernes, 4 de agosto de 2017

¿Porqué los pobres votan a la derecha?

Tras cada nueva elección, la misma sensación de sorpresa. ¿Cómo explicar que una masa de electores pobres se desplace a las urnas para aportar su apoyo a los mismos que proponen en primer lugar reducir los impuestos de los ricos. En su prefacio al libro de Thomas Frank, Pourquoi les pauvres votent à droite ? (Porqué los pobres votan a la derecha?), Serge Halimi da elementos para analizar esta paradoja que está lejos de ser solo americana o francesa.
Serge Halimi, Viento Sur

En noviembre de 2004, el Estado más pobre de los Estados Unidos, Virginia Occidental, reeligió a George W. Bush con más del 56% de los votos. Luego no ha dejado de apoyar a los candidatos republicanos a la Casa Blanca. Sin embargo, la New Deal había salvado a Virginia Occidental durante los años 1930. El Estado permaneció como bastión demócrata hasta 1980, hasta el punto de votar entonces contra Ronald Reagan. Sigue siendo aún hoy un feudo del sindicato de mineros y recuerda a veces que “Mother Jones” figura del movimiento obrero americano, tomó parte en él. Entonces, ¿Virginia Occidental es republicana? La idea parecía tan estrafalaria como imaginar ciudades “rojas” como Le Havre o Sète “cayendo” en manos de la derecha. Justamente, esta caída se ha producido ya… Pues la historia americana no deja de tener resonancias en Francia.

Más que en Virginia Occidental, Thomas Frank ha investigado en su Kansas natal. La tradición populista de izquierdas fue también viva allí, pero su desaparición es más antigua. Allí ha visto como se cumplía el sueño de los conservadores: una fracción de la clase obrera procura a éstos los medios políticos para desmantelar las conquistas arrancadas anteriormente por el mundo obrero. La explicación que Frank plantea no es solo -no estrictamente- religiosa o “cultural”, ligada al surgimiento de cuestiones susceptibles de oponer dos fracciones de un mismo grupo social -hay que pensar por ejemplo en el aborto, el matrimonio homosexual, la oración en las escuelas, la pena de muerte, el tema de las armas de fuego, la pornografía, el lugar de las “minorías”, la inmigración, la discriminación positiva… Cuando el movimiento obrero se deshace, la lista de estos motivos de discordia se alarga. Luego la vida política y mediática se recompone alrededor de ellos. La derecha americana no ha esperado a Richard Nixon, Ronald Reagan, George W. Bush y el Tea Party para descubrir el uso que podría hacer de los sentimientos tradicionalistas, nacionalistas o simplemente reaccionarios de una fracción del electorado popular. Recurrir a ellos le parece tanto más ventajoso en la medica en que opera en un país en el que los impulsos socialistas han permanecido frenados y el sentimiento de clase menos pronunciado que en otras partes.

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