domingo, 7 de diciembre de 2025

Ucrania: Paz, seguridad y colapso demográfico


Nahia Sanzo, Slavyangrad

“Europa empieza a asumir que Ucrania deberá sacrificar territorio si quiere terminar la guerra”, titula el artículo de El País en el que se trata la preocupación de las capitales europeas por la postura estadounidense de priorizar el final de la guerra por encima de la voluntad continental de lograr los objetivos estratégicos. Publicada ayer, también la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos confirma esa postura. El plan, que tal y como se esperaba prioriza la Doctrina Monroe y el “corolario Trump” para obtener la hegemonía completa en América incluso por encima de la contención de China, presenta un mundo acorde a la teoría de Strategy of Denial, el libro publicado en 2018 por el ahora número 3 del Pentágono, Elbridge Colby. El objetivo de Estados Unidos en las regiones estratégicas es impedir la existencia de bloques “contrahegemónicos”, grupo de países capaces de rivalizar con el poder de Washington. Fomentar alianzas favorables, alejar a potenciales rivales de crear esos ejes e intervenir únicamente en los momentos estrictamente necesarios son la base de una forma de injerencia que no necesariamente implica presencia continua, motivo por el que la actuación del trumpismo, profundamente intervencionista en lo político y también en lo militar, ha sido calificada de aislacionista.

Aunque la parte dedicada a Europa merece un análisis más a fondo, las referencias a la guerra de Ucrania son limitadas y simplemente confirman los temores europeos. En apenas dos párrafos, uno de ellos dedicado a la relación entre los países europeos y Rusia, Ucrania recibe solo cuatro menciones. “La administración Trump se encuentra en desacuerdo con los funcionarios europeos que tienen expectativas poco realistas respecto a la guerra, apoyados en gobiernos minoritarios inestables, muchos de los cuales pisotean los principios básicos de la democracia para reprimir a la oposición”, afirma el documento, que ratifica lo que ha sido la política oficial de la administración Trump desde su llegada al poder. La prioridad es conseguir el final de la violencia para evitar males mayores, recuperar la relación económica con Rusia y proceder a “hacer grande a Europa”, un plan acorde con el discurso de JD Vance en Múnich y el apoyo de Estados Unidos a los movimientos de extrema derecha y nacionalismo blanco afines al trumpismo. afirma el documento, que incide en que “una gran mayoría europea quiere la paz, pero ese deseo no se traduce en políticas, en gran medida debido a la subversión de los procesos democráticos por parte de esos gobiernos. Esto es estratégicamente importante para Estados Unidos precisamente porque los Estados europeos no pueden reformarse si están atrapados en una crisis política”, añade con una nueva reivindicación velada de partidos como AfD.

“Es un interés fundamental de los Estados Unidos negociar un rápido cese de las hostilidades en Ucrania, con el fin de estabilizar las economías europeas, evitar una escalada o expansión involuntaria de la guerra y restablecer la estabilidad estratégica con Rusia, así como permitir la reconstrucción de Ucrania tras las hostilidades para que pueda sobrevivir como un Estado viable”, indica la única parte del documento que propiamente trata el futuro de Ucrania, a quien se reserva unas expectativas notablemente más limitadas que aquellas a las que aspiraban en 2022 los países europeos y la administración Biden. La paz y la viabilidad del Estado son la única aspiración que menciona el trumpismo.

Más allá del discurso europeo, que afirma que el objetivo ruso fue y sigue siendo la destrucción del Estado y la nación ucraniana, la viabilidad de Ucrania depende hoy en día de consolidar la paz, estabilizar la frontera, previsiblemente de facto, con Rusia, preservar regiones como Odessa, algo que siempre ha parecido garantizado, iniciar la reconstrucción y recuperar el potencial económico. A todo ello hay que añadir un aspecto imprescindible, la población. Como Rusia, Ucrania lleva tres décadas padeciendo las consecuencias demográficas del final del socialismo, la liberalización salvaje, el empobrecimiento generalizado de la década de los 90 y la pérdida de población que ha supuesto. Ese es uno de los motivos por los que Zelensky se ha resistido tanto a rebajar la edad de reclutamiento obligatorio. Pocas cosas han sido más importantes para el Gobierno ucraniano que reponer sus maltrechas filas y reclutar a un gran ejército para continuar la guerra. Proteger a la reducida generación de jóvenes ha sido una de ellas, ya que de esa generación depende en parte el futuro de Ucrania.

A las consecuencias demográficas de la independencia hay que añadir las de los años de conflicto. Con la pérdida de Crimea primero y Donbass después, Ucrania no solo perdió un territorio estratégico en el mar Negro en la península y los recursos naturales de la zona minera de Donetsk y Lugansk, sino una cantidad relevante de población. La guerra de 2014 y la crisis económica que ha perseguido a Ucrania durante la última década provocaron también una importante tendencia de emigración que empeoró aún más una crisis económica a la que Kiev nunca ha querido poner cifras. De ahí que, sin ningún censo reciente, las autoridades ucranianas hayan preferido la ficción de alegar mantenerr una población de 46 millones en lugar de admitir la realidad. A lo largo de los años, intelectuales como el sociólogo ucraniano -ahora en Alemania y abiertamente odiado por el nacionalismo- Volodymyr Ischenko han recordado con cierta nostalgia una de las proclamas de la República Socialista Soviética de Ucrania en la que se celebraba que “¡ya somos 50 millones!”.

Las bajas masivas que implica la guerra y la fuga de población que se produjo en 2022 en ambas direcciones -aunque la Unión Europea insista en los millones de ucranianos y ucranianas acogidas en la UE, Rusia sigue siendo uno de los países que más población ha recibido- han empeorado aún más una situación que era complicada de partida. El empobrecimiento de la guerra en un país que solo rivalizaba con Moldavia por el liderazgo de país más pobre de Europa ha acarreado también consecuencias demográficas.



Como titulaba ayer Reuters, “Ucrania se enfrenta al colapso demográfico”, no solo por la muerte causada por la guerra, sino por la pregunta de “quién quedará para recoger los pedazos después de la guerra”. El artículo ofrece un ejemplo concreto, la ciudad de Hoshcha, en el oblast de Rivne, en Ucrania occidental, un lugar tremendamente alejado del frente y en el que el peligro de la guerra se limita a los ataques con drones. Sin embargo, las consecuencias de la guerra se extienden a todo el país. “El hospital de Hoshcha solo ha registrado 139 nacimientos en lo que va de año, frente a los 164 de 2024, y muy lejos de los más de 400 bebés que nacían cada año hace poco más de una década, según las autoridades locales. «Muchos jóvenes han muerto», lamentaba el ginecólogo Yevhen Hekkel en su consulta. «Jóvenes que, hablando sin rodeos, se suponía que iban a reponer el acervo genético de Ucrania»”, afirma Reuters sobre una situación que, a juzgar por los datos, puede extrapolarse al resto del país.

“Según estimaciones del Gobierno, la esperanza de vida media de los hombres en Ucrania ha descendido de 65,2 años antes de la guerra a 57,3 años en 2024. En el caso de las mujeres, la cifra ha bajado de 74,4 a 70,9”, escribe el artículo, que añade que en todas y cada una de las regiones de Ucrania, también en aquellas en las que la guerra se encuentra a centenares de kilómetros, las muertes superan a los nacimientos. Muerte, pobreza, emigración de las personas en edad activa, falta de perspectivas de futuro, incertidumbre sobre el futuro y la escasez de hombres que implica el reclutamiento masivo continuo desde hace más de tres años y medio provocan esta situación. El resultado preocupa al Gobierno, no tanto por su capacidad de seguir reclutando -aspecto del que Ucrania prefiere no admitir problemas-, sino por las necesidades futuras de mano de obra. “Ucrania necesitará millones de personas para reconstruir su economía devastada, según afirman expertos y políticos, y para poder defenderse en un futuro posbélico en caso de que Moscú vuelva a atacar, como temen muchos ucranianos. El Gobierno de Kiev intentó abordar la crisis el año pasado cuando esbozó una estrategia demográfica hasta 2040. El documento advertía de que Ucrania se enfrentaba a un déficit de 4,5 millones de trabajadores en la próxima década. Los sectores que más mano de obra necesitarían serían la construcción, la tecnología y los servicios administrativos”, afirma Reuters.

Como los problemas económicos y demográficos, también las falsas esperanzas ucranianas y estadounidenses de riquezas futuras preceden en muchos años a la guerra. “En cinco años viviremos como en Francia”, afirmó en 1991 Leonid Kravchuk. “En diez años viviremos como en Polonia”, actualizó Viktor Yuschenko en 2004. “En veinte años viviremos como con Yanukovich”, se desesperó en 2015 el entonces gobernador de Odessa Mijaíl Saakashvili. Esta semana, Marco Rubio ha dejado una frase parecida y en una entrevista con Fox News. “Lo que están disputando literalmente ahora es un espacio de entre 30 y 50 kilómetros y el 20% de la región de Donetsk que queda. Por eso, lo que hemos intentado hacer —y creo que hemos logrado algunos avances— es averiguar con qué podrían conformarse los ucranianos que les diera garantías de seguridad para el futuro, que nunca más fueran invadidos, que les permitiera no solo reconstruir su economía, sino también prosperar como país, ser un país con una economía en crecimiento” , afirmó, reflejando la misma visión que se plasma en la Estrategia de Seguridad Nacional, antes de añadir que “teóricamente, si se hacen las cosas bien, en diez en años el PIB de Ucrania podría ser mayor que el de Rusia”.

Las expectativas exageradas no se limitan a los países que desean utilizar Ucrania para librar su guerra contra Rusia, empeorando aún más la dramática situación del país que dicen defender, sino que se extiende a Estados Unidos, que también prefiere ignorar la realidad para embellecer las perspectivas de futuro. “La población de Ucrania, que era de 42 millones antes de la invasión a gran escala en febrero de 2022, ya se ha reducido a menos de 36 millones, incluidos varios millones en zonas capturadas por Rusia, según el instituto de demografía de la Academia Nacional de Ciencias de Ucrania”, indica Reuters ciñéndose a unas cifras que ya eran consideradas una quimera. La Academia “estima que la cifra caerá a 25 millones en 2051”, continúa el artículo aportando esa alarmante cifra, que supone la mitad de la población de la Ucrania soviética. “El colapso avanza”, añade para sentenciar que “el país tiene las tasas de mortalidad más altas y las tasas de natalidad más bajas del mundo, según las estimaciones de 2024 del World Factbook de la CIA: por cada nacimiento hay alrededor de tres muertes”.

La supervivencia de Ucrania no solo depende de las fronteras que vayan a resultar de la guerra, de las garantías de seguridad para evitar otra agresión o de los intereses económicos y políticos de sus aliados europeos y norteamericanos, sino de su capacidad de revertir su tendencia demográfica una vez conseguida la paz.


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