sábado, 18 de agosto de 2018

Samir Amin y la desconexión como legado histórico

Javier Suazo, Alai

Las ciencias sociales están de luto, murió Samir Amin, el destacado economista y cientista social franco-egipcio que, más que nadie, luchó por un tercer mundo y una América Latina independiente, no subordinada a los países hegemónicos centrales, empresas trasnacionales y elites económicas y financieras.

Aunque no formó parte del grupo de teóricos latinoamericanos que a finales de los años 60s y principios de los 70s elaboraron la teoría de la dependencia, caso de Marini, Dos Santos, Banbirra, Gunder Frank, lo cierto es que muchos de sus aportes complementaron y a veces superaron los planteamientos de aquellos.

Como se sabe, la teoría de la dependencia, en su versión marxista, atribuye el subdesarrollo de los países de la llamada periferia, al carácter histórico y subordinado de dependencia de sus economías de los países centrales, pero, sobre todo, a la sobreexplotación del trabajo en estos países, que posibilitan la transferencia de cuotas de plusvalía más altas. Para Amin, esto se da a escala mundial, como parte de un sistema de acumulación que reproduce un patrón de dependencia para ciertos países que los imposibilita aspirar al desarrollo o salir del subdesarrollo.

Un estudio pionero en este campo, lo es La Acumulación a Escala Mundial: Critica a la Teoría del Desarrollo, libro publicado en 1970 (francés) y en 1974 (español), donde Amin caracteriza la formación y desarrollo subordinado del capitalismo en los países periféricos, y los mecanismos de transferencia de excedente económico a los países centrales, incluyendo ajustes particulares de las cuentas externas y rol de la periferia en la economía mundial. Este trabajo se suma al de Arghiri Emmanuel “El Intercambio Desigual”, publicado en 1969 (francés) y en 1972 (español). Estas investigaciones se constituyeron en referencia obligada de economistas y demás cientistas sociales de países latinoamericanos, buscando explicar el carácter de la dependencia a escala mundial; de hecho, hoy día este carácter es global.

En Latinoamérica, un trabajo destacado de Samir Amin, lo fue la “Cuestión Campesina y el Capitalismo”, escrito junto a Kostas Vergopoulos, en 1974, que sirvió de base para el análisis de los problemas que genera el desarrollo del capitalismo en la agricultura, las tesis sobre las vías del desarrollo propuesto a partir de la experiencia en Rusia, y las formas de obtención del producto social de las economías campesinas, caso particular de la renta de la tierra.

Estas aportaciones teóricas e incluso empíricas ayudaron mucho a conocer mejor la estructura agraria de los países de tercer mundo y latinoamericanos en particular, y en el diseño de políticas desde el Estado y movimiento obrero-campesino, para apoyar formas de producción no capitalistas, que se resistían al embate del capitalismo. Había que buscan nuevos espacios de desarrollo propios, en contra de patrones de acumulación tradicionales como el monocultivo y los programas y proyectos de desarrollo rural, como formas parasitarias de recreación de las economías campesinas; se necesitaban alianzas entre actores como los campesinos y obreros para luchar por acceso a tierra y mejores condiciones de vida de las familias.

A finales de los 70s y 80s su actividad intelectual no paró y son innumerables los libros, revistas y artículos publicados en revistas africanas, europeas, norteamericanas y latinoamericanas. Otro trabajo pionero, lo fue la llamada Teoría de la Desconexión (1989), cuando, por el otro lado, se estaba bendiciendo por el FMI, Banco Mundial y el Tesoro de los EEUU, el llamado Consenso de Washington, una especie de décalo del modelo y políticas neoliberales aplicadas en países del tercer mundo.

La tesis de la desconexión busca, ante todo, que los países periféricos ejerzan el control del proceso de acumulación interna, que les permita un desarrollo más autónomo, no sujeto a la dinámica e intereses económicos, sociales y culturales de los centros; más aún, al interés de las élites económicas y empresas multinacionales. El esfuerzo productivo debe orientarse prioritariamente a la producción de medios de producción y bienes de consumo masivo de la población, no a la producción de postres (exportaciones no tradicionales) y bienes de lujo para los centros y sus aliados internos.

Este control de la dinámica de acumulación interna, no debe recaer en las élites nacionales aliadas con el capital transnacional, sino en una gran alianza de las fuerzas y movimientos populares, que supere los enfoques tradicionales del desarrollo, donde se piensa en una clase y movimiento obrero líder del proceso de cambio revolucionario; por cierto, fuertemente diezmado por las políticas neoliberales ejecutadas y el control de las organizaciones y sus líderes.

La desconexión implica la vigencia de un modelo de desarrollo de tipo socialista (visto como un futuro al construir) pero que abra un amplio espacio de participación política y social, reconociendo independencias y autonomías ancestrales legìtimas de pueblos y comunidades; igual, integre esfuerzos supranacionales y regionales de varios países, gobiernos y pueblos en la búsqueda de la independencia comercial, financiera, tecnológica y cultural. Las iniciativas de UNASUR, CELAC, Banco del SUR, ALBA, los BRICS, y el Foro Social Mundial (Amin fue uno de sus promotores y fundadores junto con el expresidente Lula de Brasil), son parte de estas iniciativas. A las que se suma, el Foro del Tercer Mundo y el Foro Mundial para las Alternativas (FMA), del cual era su presidente.

Hay mucho que aprender de Samir Amin, por tanto, sus aportes a la teoría del desarrollo desde dentro de un mundo global, deben ser tema de análisis y discusiones en Universidades y organizaciones sociales y populares diversas. En el caso de los países latinoamericanos, la defensa de las instituciones y organizaciones creadas es lo poco que pueden hacer por un pensador que dio mucho a Latinoamérica.

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