viernes, 27 de enero de 2017

Plantaciones forestales: uno de los factores en la tormenta perfecta que tiene a Chile en llamas

La peor catástrofe incendiaria que ha enfrentado Chile en su historia está lejos de apagarse. Las acusaciones cruzadas y la búsqueda de culpables han puesto en el tapete el rol de las masivas plantaciones de pinos y eucaliptos que reinan entre las regiones de O’Higgins y Los Ríos. Si bien no es posible afirmar su responsabilidad directa en los incendios, diversos académicos e investigadores la suman como uno de los factores, junto al cambio climático, la feroz sequía que afecta al país y la precariedad del Estado, que inciden en la magnitud y falta de freno de estos y futuros incendios.

Claudia Urquieta y Catalina Barrios, El Mostrador

Chile en llamas: 273 mil hectáreas arrasadas por el fuego, en lo que se ha convertido en la mayor catástrofe de este tipo en el país. Una historia que aún no termina y que ha generado una ola de desinformación, teorías conspirativas y acusaciones cruzadas por la responsabilidad y motivos de los megaincendios que hoy tienen complicadas a varias regiones.

Algunos apuntan a la industria forestal y las masivas plantaciones de pinos y eucaliptos que cubren el territorio, especialmente entre las regiones de O’Higgins y Los Ríos.

Lo cierto es que no es posible afirmar que este tipo de monocultivos sea el responsable directo de esta catástrofe, pero en opinión de diversos académicos e investigadores, sí es un factor que, junto a otros –como las altas temperaturas provocadas por el cambio climático, la eterna sequía que azota el país y la precariedad del Estado–, conforma la tormenta perfecta para que los incendios se propaguen con mayor celeridad y en grandes extensiones.

Territorios homogéneos

El biólogo y doctor en ecología, Andrés Fuentes, lleva casi diez años estudiando el fuego. Su especialidad ha sido investigar su impacto en el ecosistema y cómo especies “invasoras” –que no son nativas de un lugar– interactúan con el fuego y producen incendios de mayor impacto, más grandes e intensos que la vegetación nativa.

En esta categoría, caen el pinus radiata y el eucalyptus globulus, especies emblemáticas en las extensas plantaciones forestales que empezaron a masificarse en el país a partir de mediados de los 70, de la mano del Decreto Ley Nº 701 del gobierno de Pinochet y que, según diversos académicos, se han transformado en uno de los factores que son caldo de cultivo para los incendios forestales.

¿Pero por qué este tipo de plantaciones incide en los incendios más que las especies autóctonas? La respuesta está asociada a varias dimensiones.

Andrés Fuentes explica que una de ellas es la homogeneización del paisaje. “Originalmente entre la VI Región y Los Ríos, y antes de los 70, había un mosaico con varios usos de suelo distintos, con bosque nativo que actuaba como barrera natural del fuego. Este tipo de bosques son más húmedos y no se queman a la misma velocidad o intensidad que una plantación forestal. Son reservorios de agua, por lo tanto, uno de los servicios que provee un bosque nativo es la provisión de agua en cantidad y calidad. Esto está cuantificado, hay estudios que lo demuestran. Entonces, el fuego tiende a suprimirse mucho más”.

El investigador del Laboratorio de Biometría del Departamento de Ciencias Forestales de la Universidad de la Frontera (Ufro), detalla que “gracias a ese mosaico el fuego tenía mayores dificultades y antes no se generaban incendios tan grandes y masivos, se circunscribía a áreas más pequeñas. Sin embargo, con la expansión forestal, al entrar en vigencia el DL 701, rápidamente gran parte del territorio de bosque nativo empezó a ser sustituido con plantaciones forestales. Principalmente pino radiata y eucalipto globulus. Entonces, eso que era un mosaico, hoy día es un continuo: lo que antes estaba desconectado, con distintos parches de uso, hoy está todo unido a través de grandes predios forestales. Tenemos predios con cientos de miles hectáreas con monocultivos, un solo tipo de plantación: eso es un continuo. Lo que hace unos años estaba segregado, hoy está completamente conectado a través de las plantaciones forestales. Eso supone un gran riesgo: se inicia un fuego que no tiene freno. No hay una barrera natural para pararlo”.

En cambio, actualmente “existen muchas plantaciones exóticas desde la VI Región hasta la Región de los Ríos, donde prácticamente toda la Cordillera de la Costa está plantada de pinos y eucaliptos”, explica.

Por ejemplo, en el sector Río Maule-Cobquecura, en la costa en la Región del Maule, “en el año 2000 ya existían más de 200 mil hectáreas de plantaciones forestales que desde 1975 habían sustituido 63 mil hectáreas de bosque nativo. Es decir, 53% por ciento. Esta es una situación que se repite en otras regiones del país como Biobío y La Araucanía, lo cual ha sido demostrado por varios estudios científicos”, asegura Adison Altamirano, ingeniero forestal, doctor en ecología del paisaje e investigador del Laboratorio de Ecología del Paisaje de la Ufro.

Altamirano, detalla que en todo el país existen más de 14 millones de hectáreas de bosque nativo, concentrado principalmente desde la Región de Los Lagos hacia el sur, donde se encuentra más del 50% por ciento. En tanto, entre la de O’Higgins y la Región de los Ríos reinan las plantaciones forestales, las cuales suman unos 2,8 millones de hectáreas, versus 3,4 millones de hectáreas de bosque nativo.

Los bosques nativos chilenos representan más de la mitad de los bosques templados de Sudamérica, y los ecosistemas ubicados en el centro y sur del país son considerados uno de los 35 hotspots de biodiversidad en el mundo.

Altamirano, junto a otros autores, publicó un estudio en la revista Regional Environmental Change, que concluye que este hotspot de biodiversidad ha disminuido 19% en los últimos 40 años. Y sigue disminuyendo. “La principal conclusión es que los cambios más importantes están relacionados con el reemplazo de bosque nativo con plantaciones forestales”, asegura.

La segunda dimensión que convierte a las plantaciones forestales en un mejor aliado para los incendios, está relacionada con las características propias de cada especie plantada. “El eucalipto es muy inflamable, al igual que el pino, que es una conífera que produce mucha resina, muy inflamable y que produce incendios de mayores temperaturas y más voraces. Ambos tipos de árboles contienen en su estructura química de compuestos que se llaman metabolitos secundarios, que producen fenoles, mentoles y otros compuestos que son inflamables”, detalla Fuentes.

El experto aclara que algunas especies de bosque nativo también contienen estos compuestos, pero en menor proporción. “Por eso es distinta la ecuación de miles de hectáreas de una misma especie, con una característica común: ser muy inflamables. Lo que no sucede con el bosque nativo”.

Altamirano coincide con esta mirada y detalla que parte de las características de los monocultivos “es la presencia de aceites en las hojas y el descascarado o exfoliación de su corteza, lo cual promueve una mayor probabilidad de ocurrencia y propagación de incendios. Al mismo tiempo este continuo de plantaciones corta las barreras naturales, como las quebradas que existían con los bosques nativos, los cuales son menos inflamables. Por supuesto, en los últimos incendios esto también está relacionado”.

Para Fuentes, la existencia de masivas plantaciones forestales “sí tiene relación con las altas frecuencias e intensidades de incendios, es innegable. Lo que no significa que sea directa causalidad. Hay otros factores. Quiero ser cauto y responsable y no achacar la culpa a un solo factor. En ecología, los sistemas son muy complejos y dependen de muchos factores y condiciones para que ocurran eventos de fuego. Reducirlo a que es por los pinos o no, es simplista. Hay que mirarlo de una manera integradora”, aclara.

Cambio climático y otros factores

Mauricio Calderón, ingeniero agrónomo de la Universidad de Chile y docente de la PUC, asegura que existen cinco factores que inciden en los incendios forestales. En primer lugar, apunta al tipo de vegetación presente en los sectores afectados: “Es seca y provoca que haya menos agua en el perfil del suelo. Un caso específico es el pino y eucalipto, árboles que tienen una cierta cantidad de lignina y aceite de tipo industrial, que son altamente combustibles”. Esta vegetación es plantada por empresas forestales para su posterior deforestación.

Calderón añade que “hay una deforestación de vegetación nativa sin reposición de lo cortado. Si yo corto un árbol, debería plantar cinco, pero esto no ocurre. Los factores son de carácter antrópico”.

La segunda dimensión que convierte a las plantaciones forestales en un mejor aliado para los incendios, está relacionada con las características propias de cada especie plantada. “El eucalipto es muy inflamable, al igual que el pino, que es una conífera que produce mucha resina, muy inflamable y que produce incendios de mayores temperaturas y más voraces. Ambos tipos de árboles contienen en su estructura química de compuestos que se llaman metabolitos secundarios, que producen fenoles, mentoles y otros compuestos que son inflamables”, detalla Fuentes. Además, señala que hay factores climáticos: “El incremento de las temperaturas influye directamente y tiene como origen el cambio climático, que genera un aumento de 1 a 2 grados en el clima”. Explica, asimismo, que los incendios están en la zona del secano costero, o sea, la que va desde el Valle Central hacia la costa, donde “hay mucho viento, un factor condicionador, al igual que el clima mediterráneo, el que nos deja solo tres meses de precipitaciones y entre 7 y 8 totalmente secos”.

A eso, Calderón suma una idea que “antes no habíamos pensado”, y es el hecho de que hay “cables de alta tensión que pasan por los espacios forestales, los que generan ondas y calor, el que puede provocar que una rama caiga en estos cables y produzca un incendio de tipo forestal”.

El ingeniero agrónomo y doctor en Ciencias de Recursos Naturales, Leonardo Vera, señala que las plantaciones forestales son claves en los incontrolables incendios. A lo que suma otros factores como las condiciones climatológicas y lo que se conoce como el fenómeno 30-30-30 (30 grados de temperatura, 30% de humedad y vientos de 30 kilómetros por hora). “Si tienes esto, es una bomba de tiempo, el peor escenario”, enfatiza.

Pilar Cereceda, geógrafa de la Universidad Católica y quien ha sido miembro del Comité Asesor del Programa de Acción Nacional para el Combate de la Desertificación (PANCD), refiere como causa directa la desertificación en la propagación de los incendios. “Es un fenómeno provocado por el cambio climático y un mal uso de suelo por parte de las forestales. Hay una disminución de precipitaciones e intervención de vegetación, especialmente en las montañas. El hecho de que la forestación sea de una sola especie, como eucalipto y pino, trae problemas en los suelos y en la infiltración de las aguas”.

Cereceda explica además que, como consecuencia, estos incendios “van a provocar mayor desertificación, porque se queman los microorganismos, los insectos y toda la capa vegetal. Tenemos una pérdida de biodiversidad”. Calderón, por su parte, asegura que “es un problema nacional y se trata de un espacio que se ha transformado en un desierto que ya está de forma intensa en la Cuarta Región y está llegando al sector de Puerto Montt”.

Al respecto, el doctor en Geografía y académico de la Universidad de Chile, Pablo Sarricolea, detalla que las plantaciones exóticas tienen mayor capacidad de desecar el suelo que los bosques endémicos. “Muchos estudios han documentado la reducción del rendimiento hídrico en las regiones en expansión de las plantaciones forestales de rápido crecimiento, lo que revela implicaciones políticas claras sobre el uso de la tierra. En Chile, se reportó el efecto negativo de las plantaciones de pinus radiata y eucalipto sobre el balance hídrico en comparación con pastizales y matorrales. Un estudio reciente documenta una relación lineal negativa entre el caudal de los ríos y las plantaciones forestales, a diferencia de lo que ocurre con los bosques nativos”. Esto, explica Sarricolea, “evidencia que las plantaciones consumen más agua que los bosques nativos, matorrales y pastizales, haciendo que el suelo esté más seco, y el fuego se propague con mayor intensidad”.

Vera, en tanto, señala que esto es un factor que provoca que “el ecosistema se desertifique. Es el desierto generado por el hombre. El suelo es como una esponja: cuando pongo una especie como el pino, de crecimiento rápido, acelero el proceso de evapotranspiración: es como un montón de pajitas que empezaran a chuparle el agua. Un suelo que transpiraba poco y luego transpira mucho más. De esta forma, les quito el agua a las cuencas”.

En opinión del ingeniero forestal y doctorado en Biometría Forestal en Estados Unidos, Christian Salas, “en general cuando tienes masas de bosque muy homogénea, consumen agua a la misma tasa. Los árboles son como bombas de chupar agua. El proceso de evapotranspiración es mucho más fuerte en una plantación forestal que en un lugar cubierto con bosque nativo. Esto se ve cuando hay grandes extensiones de monocultivos”.

Salas aclara que “los pinos y eucaliptos no son los culpables, el problema es la forma de manejo. Si dejas grandes extensiones de monocultivos haces que el paisaje se homogeneice, lo que tiene ciertos efectos, ya que si tienes un paisaje mixto con distintos tipos de suelo se produce un efecto mosaico y esa diversidad hace que la propagación de los incendios sea más lenta”.

El académico sostiene que “está claro que el DL 701 modificó el paisaje, homogeneizándolo”.

Desde Conaf, señalan que “la vegetación es un componente clave para la ocurrencia de incendios forestales, sin embargo, se necesita que otros factores estén también presentes para la ocurrencia de un incendio, en especial para que este se convierta en un fenómeno de gran magnitud. En los casos como el que estamos viviendo, donde se presentan condiciones excepcionalmente adversas, la propagación de un incendio no depende exclusivamente de si el tipo de vegetación es nativa o corresponde a plantaciones de especies introducidas”.

El encargado del Programa Nacional de Restauración Ecológica de Conaf, Andrés Meza, puntualiza que “existe coincidencia en la opinión de especialistas, en que diversos factores se han combinado de manera óptima para permitir la ocurrencia de megaincendios de carácter catastrófico. En primer lugar, el largo período de sequía que ya va en su octavo año consecutivo. Como consecuencia de esto, una vegetación con muy baja humedad y períodos de temperatura elevada (calores extremos), prolongados casi al triple de duración de lo habitual en periodo de verano, en la zona centro sur de nuestro país. Algunos especialistas atribuyen esta negativa combinación de factores a los efectos visibles del cambio climático.

No obstante lo anterior, el factor desencadenante del fenómeno catastrófico al que nos estamos enfrentando con los incendios que están afectando simultáneamente a 5 regiones de nuestro país, es el ser humano, pues no existe ningún indicio de que el origen de estos incendios no sea de carácter antrópico.

Desde la Corporación Chilena de la Madera (Corma), asociación gremial que representa el 85% de las exportaciones forestales y más del 55% de las hectáreas plantadas del país, rechazan la existencia de diferencias, a la hora de incidir en mayor o menor medida en los incendios, entre sus cultivos y las plantaciones nativas.

Según explica Teresa Arana, gerenta general de Corma , “los bosques por definición, sean nativos o exóticos, son una fuente posible de propagación de incendios y así lo hemos visto años atrás en Torres del Paine y otros parques nacionales, como China Muerta, donde se perdió una superficie importante de araucarias. Adicionalmente, si se revisan las estadísticas de Conaf, se puede observar que el 71% de los incendios en promedio de los últimos años corresponde a pastizales, matorrales y vegetación nativa y el 29% restante son plantaciones. La existencia de vegetación leñosa, ya sea de especies nativas o exóticas, aledaña a centros poblados, es un riesgo de propagación de incendios, sin diferencias".

El fin de las bonificaciones

La masificación de las plantaciones forestales en Chile llegó de la mano del Decreto Ley Nº 701, promulgado en 1974, con el fin de impulsar el desarrollo forestal, estableciendo incentivos a la actividad. Impulsado por el entonces ministro de Economía, Fernando Leniz, fue implementado por Julio Ponce Lerou, cuando era director de Conaf y antes de llegar a SQM. Y fue altamente efectivo.

Hoy, el sector forestal aporta con 3,1% del Producto Interno Bruto (PIB) anual y es el segundo sector exportador en recursos renovables.

En total, y según datos entregados por Conaf, desde que se aprobó hasta que terminó de entregar bonificaciones en 2015, el decreto aportó US$ 518 millones. Ayuda que benefició ampliamente a grandes forestales: el Grupo Arauco, de los Angelini, y la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones (CMPC), del Grupo Matte. Con el tiempo y a partir del Gobierno de Frei Ruz-Tagle, cuando se impulsó la primera prórroga del decreto, se empezó a girar en beneficio de pequeños propietarios. A esas alturas las grandes compañías ya estaban consolidadas.

Durante el mandato de Sebastián Piñera se prorrogó la bonificación del DL 701 por dos años más, línea que el Gobierno de Michelle Bachelet intentó continuar, pero que terminó descartándose por el escándalo de la colusión del papel tissue, protagonizado por CMPC.

Por este motivo, “hoy no existen bonificaciones a las plantaciones forestales. En todo caso, el DL 701 no está derogado, porque regula otros ámbitos del tema forestal. Pero hoy no bonifica a las forestales”, aclara Flavia Liberona, directora de la Fundación Terram.

Para académicos y científicos, el camino a seguir por Chile, en un contexto de incendios marcados por el cambio climático, la desertificación y también las plantaciones forestales, debería apuntar a cambios profundos a la hora de los paradigmas a seguir.

Para el doctor en Biometría Forestal, Christian Salas, una clave es que “no se debería seguir impulsando más monocultivos, sino tender hacia los cultivos que existen en Chile naturalmente, por una serie de razones. En el caso del fuego, si bien cualquier vegetación se quema, el avance puede ser menor. Si se apuesta por diversificar el paisaje, se logra un mosaico de distintos usos de suelo, lo que influencia la velocidad en que se mueve un incendio. Se podría tratar de mezclar especies, optar por algunas menos inflamables que otras, que se van a demorar poco más en quemarse”, detalla.

“Proyecto Mosaico”, impulsado en Sierra de Gata, una de las Comarcas de Extremadura, en España, es una iniciativa que sigue dicha línea y que tomó forma luego de un feroz incendio en la zona. Esencialmente, busca diseñar una estrategia participativa de prevención de incendios basada en actividades agrícolas, ganaderas y forestales que gradualmente recuperen un paisaje diverso, habitado y con menor riesgo: un paisaje en mosaico.

El ingeniero agrónomo y doctor en Ciencias de Recursos Naturales, Leonardo Vera, ha observado el proyecto de cerca y considera que podría ser una buena alternativa para Chile, donde “la irresponsabilidad de las empresas forestales ha sido catastrófica: como el rey Midas, quieren convertir todo en oro, cada área del suelo”, afirma.

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