viernes, 12 de agosto de 2016

El sultán, el zar y el futuro de Siria

Robert Fisk, La Jornada

Este martes el sultán se reunió con el zar en la sede real de San Petersburgo. Y el califa de Damasco habrá observado desde Siria con la convicción de que la política del partido Baaz habrá demostrado su valía una vez más. ¿La política? Esperen. Y esperen.

Porque, en el momento preciso en que el poder de Turquía sobre Siria –su papel semejante al de Pakistán como conducto hacia el dinero del golfo Pérsico, sus rutas de contrabando hacia el Isis, Al Qaeda (o Jabhat al Nusra, o Fatah el Sham o el que sea)– parecía una amenaza abrumadora para Damasco, surge el misterioso golpe en Turquía, su ejército es esterilizado, y el sultán Erdogan se escurre a San Petersburgo para sacar a su país de la OTAN y llevarlo hacia la Madre Rusia.

Y todo esto, cuando los ejércitos rebeldes en Siria vuelven a sitiar a las tropas del gobierno en Alepo con la mira de reabrir sus rutas de suministro hacia Turquía.

Porque, con las fuerzas rusas a escasos 50 kilómetros al sur de la frontera turca, y sus pilotos bombardeando a los mismos rebeldes que sitian Alepo, el zar Putin ya no va a tolerar el paso de misiles de contrabando por la frontera turca para derribar sus helicópteros.

Y si la OTAN y la Unión Europea creen que pueden confiar en su fiel aliado el sultán Erdogan para destruir el régimen de Al Assad o detener el flujo de refugiados a Europa –o tolerar que jets estadounidenses despeguen de la base aérea de Incirlik y otras antiguas propiedades armenias en Anatolia–, más vale que lo piensen de nuevo.

No hay más que leer las versiones rusas de las rastreras declaraciones del sultán antes de su visita otomana para entender cómo el hombre enfermo de Europa está respirando en el aire fresco de las estepas.

Esta visita me parece un nuevo hito en las relaciones bilaterales, desde un nuevo punto de partida, dijo el sultán, y en lo personal, de todo corazón y en nombre de la nación turca, saludo al presidente Putin y a todos los rusos. Eso fue en la televisión rusa. Y luego, en la nota de la agencia de noticias Tass, el sultán se refiere a su amigo Vladimir y promete que hay mucho que nuestras naciones pueden hacer juntas.

Ahora dejemos este rollo del zar y el sultán, que fue más como el saludo fraternal que un Brejnev o un Podgorny hubiera esperado de un miembro pecador del Pacto de Varsovia, lleno de relaciones bilaterales, saludos y amistad (aunque no amistad eterna, como las naciones hermanas habrían jurado alguna vez al Kremlin). La primera visita de Erdogan posterior al golpe es a Rusia... y eso es un golpe de diferente tipo.

He aquí otra línea de la versión de Tass sobre las declaraciones de Erdogan antes de San Petersburgo: No se puede encontrar una solución a la crisis siria sin Rusia. Sólo podemos resolver la crisis siria en cooperación con Rusia. ¿Y en cooperación con Bashar al Assad? Es una idea que debe alegrar el corazón de Al Assad, quien alguna vez –recordémoslo– tuvo lazos familiares cercanos con Erdogan y la esposa de éste. Si se puede derribar un avión ruso y luego abrazar al amigo Putin, ¿por qué no podría Erdogan hacer lo mismo con Bashar?

Ahí hay también, desde luego, una pregunta para que la piensen Hillary Clinton y El Donald, aunque Trump, quien parece tener los mismos puntos de vista del zar, como ahora alardea el sultán, tal vez podría vivir con eso.

Hay una larga lista de perdedores potenciales en el teatro de San Petersburgo. Primero el Isis y Al Qaeda-Nusra-Fatah el Sham, y todos los demás grupos islamitas que hoy día combaten al régimen en Siria, que de pronto se encuentran con que su más confiable conducto de armas ha hecho equipo con su enemigo más feroz, el dueño de la fuerza aérea rusa. Luego están los multimillonarios sauditas y qataríes que han estado aportando el dinero y las armas a los guerreros sunitas que intentan derrocar tanto a Damasco como a Bagdad, así como humillar al sha de Irán, a Siria (los alawitas) y a Líbano.

Y luego, quizá por encima de todos los demás, a quienes temerán por su vida en la secuela de esta fraternal excursión al palacio del zar: los militares turcos. Porque lo que se vuelve cada vez más claro es que –y esto podría considerarse el meollo de la historia– Rusia y de hecho Irán realizaron una función de inteligencia al advertir a Erdogan del golpe militar que se preparaba en su contra.

Los árabes ya han sido notificados por sus interlocutores rusos de que Putin, siendo el antiguo jefe de la KGB, envió personalmente un mensaje a Erdogan después de enterarse del golpe en comunicaciones del ejército turco, interceptadas y escuchadas por técnicos rusos en su base aérea en las afueras de Latakia, en Siria.

Los iraníes –que estarían felices de ver a Turquía volverse contra sus enemigos islamitas sunitas en Siria– también alertaron a Erdogan sobre el golpe, según se ha dicho a los árabes.

No hace mucho tiempo, al parecer, era Hillary quien quería oprimir el botón de reiniciar con Putin. Ahora es Erdogan... y uno sospecha que con mayor efecto.

En estos tiempos la palabra terror se usa con tanta promiscuidad que parece haber sido inventada en Estados Unidos. En realidad, su primer empleo común después de la revolución francesa parece haber ocurrido en Moscú, donde describía a los terroristas que lanzaban bombas para tratar de derrocar al zar.

Así pues, estemos pendientes de la palabra terroristas en los comunicados que sigan a la cumbre del sultán y el zar. La Gran Alianza de San Petersburgo contra el Terror. Terror, terror, terror. Si lo escuchamos de la Madre Rusia, sabremos que las cosas van a cambiar en Siria.

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