domingo, 29 de junio de 2014

Irak: un desastre en ciernes


Yassamine Mathe, Sin Permiso

Las noticias que llegan de Irak empeoran a cada hora que pasa. Muchas ciudades al norte del país han caído ante el Estado islámico en Irak y el Levante (ISIS), gracias a la alianza con diversos grupos y tribus sunís. El ataque con morteros sobre la mayor refinería de petróleo de Irak es un ejemplo más de la intensificación del conflicto. El 17 de junio llegaron noticias sobre un intento de tomar la ciudad de Bakuba, capital de la provincia de Diyala, que está sólo a unos 64 kilómetros al norte de Bagdad.

ISIS ya controla Mosul, Tikrit, Tal Afar y unas cuantas ciudades más pequeñas y pueblos. Sin embargo, sus victorias en el norte de Irak no son solo avances militares: ahora el grupo es capaz de acceder a equipamiento militar gubernamental, inclusive helicópteros y todoterrenos militares Humvee, así como a sustanciales fondos en bancos y en empresas aseguradoras de los lugares que han tomado. Han llegado noticias de que solo los bancos de Mosul han incrementado los fondos de los grupos yihadistas en 400 millones de dólares americanos. Por supuesto, ISIS tiene además ingresos regulares adicionales provenientes de los campos petrolíferos que controla en el este de Siria, de la venta de antigüedades conseguidas en los saqueos de emplazamientos históricos, y también de donaciones por parte de acaudalados contribuyentes de Arabia Saudí y de los Estados del Golfo Pérsico.

Según afirmó David Gardner en el Financial Times:
“Cuando tu segunda mayor ciudad es invadida por una horda de camisas negras fanáticos yihadistas, y tu ejército se diluye, cuando convocas el estado de emergencia pero no consigues llegar al quórum parlamentario necesario, lo que tienes es la caída en picado de un Estado. Eso es lo que Nouri al-Maleki, el irremediablemente sectario primer ministro de Irak, presidente en estos momentos, en lo que puede bien ser el último estertor de su país como nación unida”.
A pesar de que la mayoría de las noticias sitúan a ISIS por primera vez en Siria en el 2013, los jefes del grupo tienen un mayor historial como parte de una de las ramas de Al Qaeda. Abu Bakr al-Baghdadi, el mascarón de proa de ISIS, nació en Samarra, al norte de Bagdad, y se unió a los insurgentes tras la invasión encabezada por los EE.UU en 2003.

El grupo afirma contar entre sus filas a personas del Reino Unido, Alemania y de otros países europeos, así como también de los EE.UU, y su propósito declarado es crear un Estado islámico en Irak y en Siria. No obstante, su mayor enemigo es Irán –miembros de la Guardia de la Revolución iraní ha estado luchando contra ellos durante los últimos meses en Siria-. Las fuerzas de ISIS están ahora a menos de 40 quilómetros de la frontera con Irán, amenazando la zonas sagradas Chíis de Karbala y de Najaf en territorio iraquí. La propaganda es clara: liberad a la región de los tafkiri (apóstatas o aquellos que son acusados de ser chiís impuros o adúlteros). Según el príncipe Turki bin Faisal al-Saud, el anterior jefe de Inteligencia de Arabia Saudí, quien debería conocer a ISIS así como a otros grupos yihadistas, ISIS no suma más de 3.000 soldados, con lo que no hubiera podido avanzar tan rápido sin la ayuda de las tribus locales sunís y de grupos políticos. En muchas de las ciudades del norte de Irak, los miembros y los partidarios del Partido Islámico, vinculado a la Hermandad musulmana, han unido sus fuerzas a las de ISIS.

Raíces en 2013

Contra lo que los medios occidentales expresan, nada de esto debería ser una sorpresa. Después de todo, los atentados con coche bomba de ISIS en las zonas chiís de Bagdad empezaron el año pasado, y el grupo controla Fallujah desde marzo de 2014. Es más, el actual desastre en Irak fue predicho por todos, inclusive aquellos con un conocimiento limitado de la región, ya en 2002, cuando los EE.UU y sus aliados empezaron con los preparativos para la invasión de Irak. Estos hechos son una consecuencia directa de la invasión de 2003 –el apoyo suní a ISIS se encuentra totalmente vinculado al bombardeo de arrasamiento de los EE.UU de Fallujah y a su apoyo a las sucesivas administraciones sectarias chiís en Bagdad (las cuales, irónicamente, se aliaron con el Estado paria del oeste de la región: Irán). Ninguna negación o falsificación de los hechos por parte de Tony Blair o de cualquier otro belicista puede cambiar esto.

La invasión de Irak en 2003 alteró de manera fundamental el equilibrio de fuerzas en la región. Extrajo quirúrgicamente el control reaccionario, pero más o menos seglar, de Saddam Hussein y puso en el poder un gobierno chií, aunque bajo los auspicios de la ocupación estadounidense.

Ese gobierno estuvo y sigue muy próximo a Irán. Arabia Saudí se opuso a ello con firmeza, junto a la mayoría de los estados sunís, cuyas maniobras en su contra empezaron ya desde el principio. No puede haber ninguna duda de que, por todas sus palabras sobre la inclusividad con respecto a los sunís, turcos y kurdos, el gobierno iraquí siguió políticas sectarias desde el comienzo. Los sunís se enfrentaron a la discriminación rutinaria y la corrupción se puso a punto de caramelo. Al comienzo, la oposición armada al Estado chií no era yihadista –una parte no era ni tan solo religiosa; estaba, simplemente, contra la ocupación- Siempre fue una cuestión de cuándo -no de si- los yihadistas intervendrían.

Habiendo dicho esto, sería incorrecto verlo como un mero y simple conflicto chií-suní. Tal y como Sami Ramadani ha recordado esta semana: “Antes de la ocupación de 2003 liderada por EE.UU, el único incidente había sido el violento saqueo de los barrios judíos en 1941… Los atentados con bomba contra las sinagogas en Bagdad entre 1950-1951, al final, resultaron ser un plan de los sionistas para asustar a los judíos de Irak –una de las comunidades judías más antiguas del mundo- para que emigraran a Israel después de que se negaran a hacerlo. Hasta la década de los 70 casi todas las organizaciones políticas de Irak eran seglares, y atraían a personas de todas las religiones o de ninguna.” [The Guardian] El conflicto actual versa no solo sobre la inestabilidad generada por la guerra, sino también sobre el equilibrio de las fuerzas geopolíticas en la región – entre ellas la “Primavera árabe”-. Contrariamente a lo expresado por Tony Blair, la Primavera árabe no surgió por el tipo de democracia deformada, hipócritamente promovida, por Bush y él mismo. Fue una rebelión contra los dictadores prooccidentales, y por unas mejores condiciones económicas en un momento en que el tránsito de los peores aspectos de la crisis económica global a los países de la periferia habían empeorado las condiciones de vida de la mayoría de la población en países como Egipto, Túnez o Siria.

En el mundo árabe había también vergüenza por la derrota de la guerra en Irak, frustración por la actitud conciliadora de los gobernantes prooccidentales en relación con el problema palestino. Las masas árabes se rebelaron contra los dictadores a los que veían como marionetas o aliados de occidente. Muchos en El Cairo, así como en Túnez y Damasco, vieron, con razón, parte de la responsabilidad de todo aquello en sus dirigentes. Es cierto que el levantamiento sirio empezó como parte de la Primavera árabe antes de que los yihadistas, incluyendo ISIS, se involucrara; pero, ¿quién financió a estos yihadistas? Los aliados de occidente más importantes en la región: Arabia Saudí y los Estados del Golfo Pérsico. ¿Por qué? Porque no tenían miedo de la creciente influencia de Irán en Irak, Siria y El Líbano. Así pues, Blair estaría mejor callado – cada palabra que pronuncia expone no solo su reaccionaria autojustificación, sino también su completa ignorancia sobre la región-.

La clave para nosotros es seguir recordando a la gente que estamos en esta terrible situación no porque a los sunís no les gusten los chiís; o viceversa; no porque los árabes, simplemente, se lo pasan bien luchando entre ellos. Estamos aquí por los políticos occidentales, tales como Bush y como Blair, que no tenían ni idea de lo que estaba pasando en Oriente Medio. Nos enfrentamos a esta situación por la historia del Colonialismo y por la manera en que las arbitrarias fronteras fueron diseñadas tras la caída del Imperio Otomano –y, de nuevo, los comentarios de Blair muestran su supina ignorancia de esa Historia-.

Estamos aquí porque occidente apoyó la dictadura del Shah, porque apoyó el gobierno bathista de Saddam Hussein en su guerra contra la República Islámica de Irán en la década de los 80 –y entonces, cuando Saddam se convirtió en el “enemigo”, los EE.UU hicieron la vista gorda a los avances de Irán en la región-. Entonces, a mediados de los 2000, receloso de los cambios que había inadvertidamente causado en el equilibrio de fuerzas en la región y preocupado por la influencia de Irán, intensificaron el conflicto con Irán, usando la excusa del programa nuclear del país, y castigó a la gente iraní –más que a su gobierno- con rigurosas sanciones. Finalmente, ahora que ha aparecido otro enemigo, occidente busca establecer una alianza con los que hasta ayer eran sus enemigos. No es ninguna sorpresa pues que haya cinismo y más, en la región, sobre esta última fase de la política exterior estadounidense.

La situación es, pues, que los dos países directa e indirectamente responsables de la creación del actual barullo en Irak y Siria –i.e. los EE.UU e Irán- ahora están uniendo fuerzas para hablar de cooperación con respecto a la “situación de la seguridad en Irak”. Ambos ya han convocado cientos de miembros del personal militar para “avisar” a Bagdad.

El 17 de junio, los EE.UU envió el barco americano Mesa Verde, con una carga de helicópteros de combate, al Golfo Pérsico para sumarse a otros barcos, entre los que se cuenta el portaaviones George HW Bush. El presidente Barack Obama, después de todo, ha dicho que no se descarta ninguna opción, y eso incluye el ataque aéreo.

Irán ya está militarmente involucrado. Un antiguo miembro de la Guardia Revolucionaria ha estado en el país durante las últimas tres semanas con el fin de aconsejar al gobierno de Nouri al-Maleki, y según algunas informaciones, está dirigiendo operaciones militares en Bagdad. El 13 de junio se confirmó que cientos de Guardias Revolucionarios ya estaban luchando en Irak, y que el presidente iraní, Hassan Rowhani, había dicho que Irán estaba preparado para dar comienzo con su intervención. No hay que olvidar que hasta hace unos pocos meses, los EE.UU estaban apoyando a los insurgentes sirios contra el régimen proiraní de Bashar al-Assad.

Hillary Clinton no cree que vaya a haber ataques militares y sugiere que los EE.UU deberían trabajar con el gobierno de Maleki para hacer que su ejército sirviera para algo. Considera que el ejército iraquí debe ser más disciplinado, menos sectario y menos corrupto. Claramente, se engaña. La ocupación estadounidense se ha valido de un Estado sectario chií para gobernar el Irak de la postguerra, así que es un poco tarde ahora para preocuparse sobre el sectarismo en el país.

¿Y qué hay sobre la corrupción? El ejército ha aprendido lo que sabe sobre corrupción a partir de los gustos del anterior secretario de defensa Donald Rumsfeld y de otros representantes de la ocupación estadounidense. Vieron como la “democracia iraquí” significaba permitir a las empresas como Halliburton hacer miles de millones gracias a la guerra. El ejército iraquí se muestra espectacularmente inútil a la hora de luchar contra los yihadistas, pero es bien capaz de eliminar y ejecutar civiles. La idea de “reciclar” una fuerza tal es parecida a la idea de “reciclar” la Mafia. Nada de esto excusa los bárbaros actos de los yihadistas –vienen de otra época-. Sin embargo, subraya lo correcto de nuestra posición, que nosotros, en Apartad las Manos de los Iranís (HOPI), hemos siempre esgrimido ante la naturaleza reaccionaria del imperialismo y del Islam político.

Nuevo contexto

La situación en Irak ha cambiado todo el contexto de las negociaciones sobre las actividades de enriquecimiento del uranio en Irán. Los EE.UU se encuentran ahora en una situación bastante más precaria –los Republicanos han estado señalando esta situación con vehemencia-. Si hace una semana había alguna duda sobre si el arreglo provisional podría prorrogarse ante la ausencia de un acuerdo en firme antes del 20 de julio como fecha límite, de repente, nos llegan noticias sobre el diseño de un acuerdo final. Parece que todos los obstáculos han sido eliminados.

Mientras tanto, el Reino Unido se ha apresurado a reabrir la embajada británica en Teherán y David Cameron ha dado el paso siguiente: admitir el papel del M15 en el golpe de estado que echó el gobierno de Mohammad Mossadegh en 1953. Sin embargo, todo esto puede cambiar de la noche a la mañana si las conversaciones sobre Irak fracasan o si se identifica a un nuevo enemigo en la región. No hay nada que impida que la política exterior de los EE.UU tome nuevo rumbo.

Fuere cual fuere el resultado del conflicto actual, el futuro pinta mal. El gobierno iraquí ha tenido que confiar en las milicias chiís radicales, inclusive aquellas fuerzas que previamente habían luchado contra la ocupación estadounidense. Si sobreviven, tales fuerzas pedirán tener un papel más importante en los asuntos de estado, así como una más estricta implementación de la legislación islámica chií. Sin algún tipo de movimiento progresista desde abajo nos enfrentamos a la posibilidad de la barbarie. Y no solo arruinará Irak, sino que se esparcirá por Siria y El Líbano, por Turquía e Irán.

Esto no supondrá directamente una guerra civil. Los yihadistas han encontrado aliados entre las anteriores fuerzas bathistas y tribales enfrentadas al Estado iraquí. Sin embargo, estas fuerzas se verán pronto neutralizadas por el extremismo de ISIS, como en Siria. De ahí, formaron alianzas con los islámicos moderados y otros grupos seglares que luchaban contra Assad. No obstante, pronto comenzaron a dominar esos grupos, esperando de ellos que se adhirieran a la estricta Sharia. Lo mismo con las ciudades iraquís en donde ISIS ha ganado terreno. Así que no será un caso claro de conflicto entre los sunís y los chiís. Habrá luchas intestinas entre Sunís y Chiís y la posibilidad de una fragmentación a largo plazo.

La situación se complica todavía más en las zonas kurdas. Los yihadistas ya han ostensiblemente abandonado a los kurdos y han aprovechado la oportunidad, por ejemplo, de trasladarse a Kirkuk, en la parte más rica en petróleo del Kurdistán iraquí. Hay noticias sin confirmar de que el líder del Partido Democrático del Kurdistán, Masoud Barzani, ha ordenado a sus fuerzas no atacar a ISIS. Sin embargo los kurdos no van a dejarse enredar. Los yihadistas tienen claramente programado imponer la Sharia en todas partes. Desde ese punto de vista, de hecho, tienen más en común con Maleki en cuanto a jefe del Estado chií que con el gobierno kurdo.

Un Irak dividido en tres o más países separados puede irle muy bien al proimperialista Masoud Barzani, junto con los fabricantes de armas occidentales y las empresas petrolíferas. Pero sería un desastre para las gentes de estas áreas étnicamente mixtas, al producir una situación de conflicto permanente. La lección que esta situación desastrosa nos ofrece una vez más es la necesidad de situarse implacablemente en contra del imperialismo y de sus expediciones militares, y, al mismo tiempo, oponerse en firme al Islam político en todos sus matices: desde el moderado hasta el radical o yihadista. Decimos que no a la intervención estadounidense, no a la intervención iraní. Ellos y otras fuerzas reaccionarias han causado esta tragedia y, incluso si su intervención fuera a asegurar la victoria militar contra ISIS, nunca disminuiría su apoyo a los islamistas, más bien todo lo contrario.

Si los EE.UU realmente quieren negociar con los yihadistas, entonces lógicamente debería saldar sus cuentas con los “paymaster” de Arabia Saudí y de los emiratos del Golfo Pérsico. El problema es que, cuando luchaban contra Assad, occidente no mostraba mucha preocupación con su “extremismo” y adhesión al yihadista Islam político. Ahora puede que sea demasiado tarde.

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