sábado, 5 de enero de 2013

Por qué la innovación no salvará la economía de EE.UU.

Robert J. Gordon, The Wall Street Journal

Nada ha sido más importante para la confianza de Estados Unidos en sí mismo que la fe en que su robusto crecimiento económico continuará por siempre. Entre 1891 y 2007, el país logró una tasa de crecimiento anual de la producción de 2% por persona. Desafortunadamente, la evidencia sugiere que el futuro crecimiento económico logrará a lo sumo la mitad de esa tasa histórica. La antigua tasa permitió que el nivel de vida estadounidense se duplicara cada 35 años, pero para la mayoría de la gente en el futuro ese tipo de crecimiento podría tomar un siglo o más.

La expansión del siglo pasado resultó de una serie de importantes inventos entre 1875 y 1900. Comenzó con la bombilla eléctrica de Thomas Edison en 1879 y la central eléctrica en 1882, lo que posibilitó desde edificios con ascensores a electrodomésticos. Karl Benz inventó el motor de combustión interna para un automóvil el mismo año que la bombilla de Edison.

Durante este período, se introdujeron el agua corriente y las redes de tuberías interiores. El teléfono, el fonógrafo, las películas y la radio también entraron en existencia. Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial también presenciaron otra gran ola de invenciones, con el desarrollo de la televisión, el aire acondicionado y el avión jet.

El profundo impulso que estas innovaciones dieron al crecimiento económico sería difícil de repetir. Solamente una vez podría incrementarse la velocidad de transporte desde el caballo (10 km/h) al Boeing 707 (885 km/h). El reemplazo de los baños exteriores por el agua corriente y las tuberías interiores podría ocurrir sólo una vez. Y en una sola ocasión se podrían convertir las temperaturas de interiores, del frío en invierno y el calor en verano, a un clima constante de unos 20 grados a lo largo del año, gracias al aire acondicionado y la calefacción.

Conforme el impacto de los inventos de finales del siglo XIX se desvanecía alrededor de 1970, la revolución informática permitió que la economía se mantuviera al nivel histórico de crecimiento anual de 2%. Las computadoras suplieron la mano de obra y contribuyeron a la productividad, pero la mayoría de estos beneficios llegaron a principios de la era electrónica, con inventos como la computadora central, las máquinas de escribir con memoria y las PC.

El momento cumbre fue la unión de las comunicaciones y la computadora con el surgimiento de Internet en los años 90. Amazon.com fue fundada en 1994, Google en 1998 y Wikipedia en 2001. Desde 2002, sin embargo, la mayoría de los inventos ligados a la informática han resultado no en una transformación fundamental sino en una miniaturización, como en el caso de aparatos como el iPhone, que combina las funciones de laptops y teléfonos móviles previos a 2002.

La innovación sigue ocurriendo a buen ritmo, y muchos de los que desarrollan y financian nuevas tecnologías desestiman con incredulidad mi sugerencia de que la era de cambios verdaderamente importantes para nuestro nivel de vida ha quedado atrás.

Los escépticos, sin embargo, sostienen que la investigación médica logrará enormes avances en el tratamiento de enfermedades. No obstante, las nuevas técnicas a menudo no producen resultados. Un estudio, por ejemplo, demostró que la costosa terapia de protones para el cáncer de próstata no rinde mejores resultados que la tradicional radioterapia.

La revolución de la fracturación hidráulica y el auge en la producción de gas y petróleo también han entusiasmado a los optimistas. Pero esta no es una fuente de futuro crecimiento económico, sino que simplemente aplaza el futuro declive económico. Aunque es progreso, no se compara con los años 60, cuando el lema "Vea EE.UU. en su Chevrolet" se hizo más factible gracias a un creciente sistema de autopistas interestatales, pagando solamente 25 centavos de dólar por galón de gasolina.

Otro argumento de los optimistas es que la impresión 3D y los micro robots revolucionarán la manufactura. Este es un viejo cuento, relatado de una forma u otra desde que General Motors presentó el primer robot industrial en 1961. La productividad manufacturera, impulsada por robots y otras máquinas, se ha mantenido saludable a lo largo de la posguerra. Pero la participación de la manufactura en la economía se ha encogido, de 28% en 1953 a 11% en 2010.

Algunos me han acusado de falta de imaginación. Nuevas invenciones siempre generan nuevos modos de crecimiento, y la historia provee muchos ejemplos de incrédulos que pusieron en duda los beneficios futuros. Pero no estoy pronosticando el fin de la innovación, simplemente un descenso en la utilidad de futuros inventos en comparación a los grandes inventos del pasado.

El futuro del crecimiento económico estadounidense es sombrío y las soluciones de política son esquivas. Los escépticos deben proponer una mejor refutación.
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—Robert J. Gordon es profesor de ciencias sociales de la Universidad de Northwestern y autor de "Beyond the Rainbow: The American Standard of Living Since the Civil War".
Tomado de Rebelión


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